En España -incluida Extremadura- ha prevalecido hasta ahora la "política vinagre", es decir, la de la acidez y el amargor. El enfrentamiento radical entre poder y oposición, la confrontación a cara de perro del liderazgo del gobernante y del liderazgo del oponente, es decir, el paralelismo de dos liderazgos ásperos y enemistados, condenados, por la idiosincrasia de esta forma de hacer política, a no coincidir nunca en nada, salvo en la recíproca pendencia, ha causado graves daños al país, ha generado un clima social desabrido y ha costado un inmenso capital de energía.

Ultimamente parece, sin embargo, que empieza a surgir en algunos lugares la "política nectarina", que es aquella que produce dulzor y un clima social más benigno, además de ser muchísimo más útil para la gobernación del país y para la convivencia ciudadana. De la misma forma que esta fruta surge de la hibridación del melocotón y la ciruela, la "política nectarina" es la consecuencia de la hibridación del poder y la oposición. Su fruto natural es lo que yo llamo el liderazgo híbrido, es decir, el ejercicio conjunto de la potestad del gobernante y del oponente en asuntos esenciales que requieren el concurso de los dos, bien por la posición minoritaria de cada uno, como ocurre hoy en el País Vasco, bien porque la importancia de los asuntos requiere una acción común consensuada, como está ocurriendo en Extremadura.

Liderazgo híbrido no quiere decir uniformidad de criterio ni ausencia de discrepancia, sino ejercicio responsable del poder, que tiende a ser mancomunado cuando el momento o el asunto lo requiere. Así, cuando un territorio tiene la suerte de tener un liderazgo híbrido, puede decirse que sus dirigentes políticos han alcanzado la madurez. En el País Vasco, la ejemplar colaboración del PP y del PSOE ha producido un cambio histórico para aquella región y para España. El mérito no es de López ni de Basagoiti por separado. Allí ha nacido Lópezgoiti, es decir, un líder híbrido.

En Extremadura, la capacidad de consenso de Guillermo Fernández Vara y de José Antonio Monago , ha dado lugar a Varanago, el líder híbrido extremeño del que sólo podemos esperar cosas buenas. Con él ninguno de los dos pierde identidad, por el contrario, ambos salen más disímiles y fortalecidos.