La soledad experimentada en el Congreso por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en la transposición a norma de las medidas económicas exigidas por la Comisión Europea y los socios comunitarios fue una cruda experiencia para el presidente del Ejecutivo. En opinión de algunos, terminal. En todo caso, orienta las necesidades políticas de la Moncloa a dos localizaciones con gestión igualmente socialista, pero, aunque pueda sorprender, con prioridades no necesariamente compartidas: Euskadi y Cataluña.

La paradoja política de haber logrado desalojar del Gobierno en ambos casos a los nacionalistas que han venido siendo los únicos apoyos del Ejecutivo en el Congreso está pasando ya factura. CiU cerraba la puerta a nuevos encuentros parlamentarios --en todo caso no antes de las elecciones en Cataluña-- y lo hacía con un regalo de despedida en forma de abstención. El PNV dijo directamente no. No había materia que negociar ni tiempo material para hacerlo y esta vez descartó repetir la experiencia de los últimos presupuestos. Toca mirar a los próximos y el margen de tiempo hasta el retorno del parón estival es lo que tiene el presidente español para armar una estrategia que le permita agotar la legislatura. El problema de Zapatero es que tiene pocos mimbres para armar una cohabitación con los nacionalistas en período preelectoral en Cataluña y en Euskadi.

CiU y PNV tienen fundadas dudas de que el presidente sea un interlocutor útil para sus propios proyectos cuando deben enfrentarse en las urnas con PSC y PSE, respectivamente, en menos de un año. El PP juega sus cartas, y si en Cataluña se ofrece abiertamente a Artur Mas para facilitarle el acceso a la Generalitat, en Euskadi Antonio Basagoiti se reúne con Iñigo Urkullu y ambos ofrecen una imagen de normalización de un diálogo entre partidos que meses atrás era imposible. Y el presidente del PP vasco acumula capital político por igual cuando garantiza la sostenibilidad del Gobierno de Patxi López que cuando se permite dictarle públicamente sus criterios en el debate identitario y le lee la cartilla en política económica.

En el caso vasco, los populares se encuentran curiosamente más cómodos que los socialistas sosteniendo ese discurso de cohabitación. El Gobierno está en manos del PSE, pero las diputaciones, y con ellas la capacidad recaudatoria y normativa en materia fiscal, tienen el liderazgo del PNV. Además, la gestión económica reside no en un Gobierno vasco de rango institucional superior, sino en tres organismos marcados por la bilateralidad del Ejecutivo autonómico y las diputaciones. Están obligados al consenso para una política compartida a través del Consejo Vasco de Finanzas (con la participación adicional de la Asociación de Municipios, Eudel), el Organo de Coordinación Tributaria y la Comisión Mixta del Cupo y el Concierto, que, lejos de ser un órgano paritario del Gobierno vasco y el español, tiene la presencia directa de las diputaciones.

XPRECISAMENTEx esta situación es marco de continuos desencuentros y profundiza la brecha entre PNV y PSE en vísperas de la renovación de los entes forales y municipales vascos la próxima primavera. El horizonte electoral se interpone en la necesaria cooperación institucional para la que el lendakari parece haber perdido hoy la iniciativa. Las encuestas indican que esta situación debilita fuertemente a López y refuerza a Basagoiti, pero que no hay tránsito de voto entre nacionalistas y no nacionalistas. No resulta descabellado para los populares aspirar a reproducir en el futuro el vigente acuerdo de investidura que sustenta a López invirtiendo los papeles. Depende del castigo al que la crisis someta a un PSE que ya en su día siguió la senda electoral del PP de Mayor Oreja . El oasis vasco tiene estas paradojas en medio de la travesía del desierto a la que Mariano Rajoy somete al Gobierno en España. Rescatar una mayoría parlamentaria suficiente de aquí a fin de año, cuando deben aprobarse los presupuestos, puede requerir para Zapatero un coste inasumible. En lo que respecta al PNV, la perspectiva de unos presupuestos restrictivos dificulta en extremo manejar la variable de competencias transferibles que ha servido en los últimos años. Y la tentación de ofrecer la cabeza del lendakari no es una hipótesis razonable. En Cataluña la situación es idéntica. En octubre, cuando empiece el baile presupuestario, CiU estará en campaña y es difícil saber si será un interlocutor más difícil con la perspectiva de volver a la Generalitat o con la de quedarse de nuevo fuera por un tripartito al que tampoco le dan los números a fecha de hoy. También es complicado componer una unidad de izquierdas después de la reforma laboral y el resto de recortes sociales que aún están por llegar. Hoy, Rajoy tiene mejores cartas para la cohabitación, aunque tiene dos inconvenientes: que no gobierna y que es muy evidente que aspira a hacerlo prescindiendo de todos. Pero puede jugar bazas en el ámbito autonómico de las que Zapatero no dispone. Le queda el verano. Para que Montilla adelante las elecciones o para recomponer puentes con el PNV. Dificultad similar.