WTw al vez porque no quiere abrir nuevos frentes y centrarse así en la hercúlea batalla contra la crisis y el desempleo, el Gobierno ha optado por aplazar su anunciado giro laicista y ha dejado para más adelante la reforma de la ley de libertad religiosa, de 1980. Ese era uno de los asuntos espinosos en la visita a Madrid del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarsicio Bertone, quien ayer se entrevistó con el ministro Moratinos, la vicepresidenta Fernández de la Vega, el presidente Zapatero y el Rey. No está mal para un viaje señalado como "privado".

El Gobierno tenía mucho interés en afirmar ante el número dos de la Santa Sede su compromiso público en proyectos como la nueva ley del aborto y la puesta en marcha de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y hacerlo con respeto por el Estado que representa la religión mayoritaria en España. Zapatero tuvo ayer una nueva oportunidad de demostrar ante el Vaticano que no es el comecuras que dibujan los medios próximos al episcopado español, aunque mantiene su programa de ampliación de derechos --ley de plazos para el aborto, matrimonios homosexuales, retirada de símbolos religiosos de centros públicos-- que constituye el contenido más izquierdista de su proyecto.

En un Estado aconfesional, como España, debería ser compatible un programa de esas características con unas relaciones armoniosas con la Iglesia. Sin embargo, la operación del PP de utilizar a la Conferencia Episcopal como ariete contra el PSOE ha enturbiado las relaciones oficiales con el Vaticano. Un error que no debería llevar al PSOE a moderar su política laicista.