TUtna campaña publicitaria llena de faltas de ortografía ha demostrado que el despropósito es el papel que con mayor desenvoltura recrea el torpe. Hay un infinito número de zotes, --sin abreviar, zoquetes-- mamando de las ubres de la política, que airean vicios de carácter moral y de carácter estético con la misma normalidad que respiran. Más allá de las marañas políticas, habría que dejar claro que lo escrito, sea quien sea el autor, siempre tiene su propio y hondo mar de fondo.

Si analizamos los usos y patrones encontrados en el campo de la comunicación y de la escritura autóctona, nos encontramos con formas alternativas de vulgaridad y barbarie cuyo sonrojo superaría al que producen esas vallas: alguna ley emanada del Parlamento extremeño chirría con sus seis u ocho gerundios en tan solo cuatro líneas y el sonrojo se trocaría en vergüenza si analizáramos ciertos medios locales de comunicación oral y escrita que tienen por modelo a seguir la vacua parlería y la logorrea más infame.

De tales escuelas se infiere que aquí lo importante no es la cultura ni el aseo mental que presupone una línea bien escrita, sino mantener agitado el mar de fondo para que el zote, institucional o privado, mantenga, al margen de ortografías y entelequias académicas, la boca en la ubre.

*Licenciado en Filología