Periodista

Váyase, señor Urdaci. Como profesional del periodismo he sentido vergüenza propia. La inmensa mayoría de los periodistas que conozco en Televisión Española (T punto, V punto, E punto), y son muchos, no son como el director de sus servicios informativos, que ha resultado ser un impresentable. Porque no ha presentado su dimisión cuando el tribunal le ha condenado por manipulación informativa y porque al leer parte de la sentencia, que le condenaba a él y al medio por imperativo legal, nos ha hecho una pedorreta a todos los españoles, incluida la Justicia. Y lo puedo afirmar porque yo he dimitido cuatro veces de la dirección de los medios que he dirigido. La primera, cuando unos periodistas elaboramos un reportaje sobre la prostitución en Badajoz que rasgó algunas vestiduras porque decíamos la verdad. No nos condenó ningún tribunal de Justicia (el fiscal de turno archivó la querella que de oficio había promovido porque en aquellos tiempos decíamos, entre otras cosas, que las putas que trabajaban en Badajoz lo hacían como esclavas, ganaban una media de cien mil pesetas al mes y no eran atendidas sanitariamente en condiciones; se argumentó que esto podía ser mal visto e inducir a practicar el oficio o escandalizar a algunas niñas de buena educación de aquella sociedad hipócrita, para nosotros). Nos apercibió por imprudencia un llamado tribunal de ética profesional de rango nacional (afortunadamente ya desaparecido), compuesto por compañeros periodistas que vigilaban a los que nos podíamos desmandar . La segunda, porque un compañero de la redacción elaboró unos reportajes (con datos extraídos del libro de Tuñón de Lara sobre la guerra civil) sobre la masacre de la contienda en Badajoz. Algunos compañeros de la Asociación de la Prensa se rasgaron las vestiduras y yo, como responsable de la publicación, me sentí en la obligación de dimitir. La tercera, cuando el consejo de administración de otra publicación quiso censurar el artículo de un diputado socialista, que yo autoricé a publicar. La cuarta, cuando en esa misma publicación se editaron unas magníficas fotos (de un magnífico fotógrafo, como es Mon Montoya) de desnudos y posturas provocativas que sentaron mal. O sea, y no es que yo sea ejemplo de nada, sino que es muy sano dejar los puestos cuando te condenan, te censuran, o a tus dueños no les gusta cómo trabajas.

A punto, U punto no ha tenido la dignidad de dimitir, por lo que deduzco que no conoce ni el abc de la dignidad y sus dueños, que no le han dimitido, le han reído la gracia.

Lo siento por la dignidad de la profesión que amo profundamente, lo siento por TVE, lo siento por los que diariamente luchan por la libertad de expresión, lo siento por la Justicia de la que se ha reído y lo siento por Valentín García, por Candelo, por Julián Carretero. por Amador Rivera, por José Ignacio Casas (estos dos amigos, como puro ejemplo, que trabajaron duramente en Madrid en época de estudiantes y a los que estuve íntimamente ligados) y los miles de afiliados a Comisiones Obreras (CCOO) que todavía tienen dignidad.