Siempre me han resultado encantadoras las veletas, esos detalles ornamentales que se sitúan en la cumbre de algunas viviendas, con cualquier silueta sobre una flecha afilada que se dirige al punto cardinal hacia el que sopla el viento. Tienen algo que me inspira buenas sensaciones. Quizá se deba a algún recuerdo infantil, o quizá al gusto por ciertos detalles de la tradición. El caso es que me provocan buenas vibraciones.

Sin embargo, hay otro tipo de veletas que no me transmiten tan 'buena onda. Son los 'veletas' de carne y hueso, las personas poco estables, cambiantes. Pero no cambiantes como cualquier ser humano, que, con los años, evoluciona, como ser vivo que es. Sino cambiantes por conveniencia. Esto es: oportunistas, arribistas, buscadores -a cualquier precio- del oro, el poder, la fama o el aplauso general. Estos 'veletas' son nocivos y peligrosos, porque suelen ser seres sin valores ni lealtades, que se venden al mejor postor, expertos en la adulación de aquellos a los que les va bien, de aquellos que se sitúan sobre ellos en el escalafón. Y si el adulado pierde posiciones en esta sociedad de ambiciones y egoísmos, los ‘veletas’ no dudan en girar sobre sí mismos hasta apuntar al sujeto de su nueva conveniencia. La cuestión es estar siempre en la pomada, sobrevivir, escalar...

Es cierto que este tipo de 'veletas' son tan antiguos como el ser humano. Y a diferencia de las que copan algunos hogares, estos otros son tan maleables como la plastilina. Tienen una capacidad innata para adaptarse a cualquier entorno o medio. Y su fin, siempre, es obtener un beneficio personal. Así que, como entenderán, no son personas muy de fiar. Pero casi todo el mundo cae en sus redes en alguna ocasión. Y por suerte para ellos -y para desgracia de la sociedad- suele irles bastante bien en la vida. Lo malo para ellos es que, en su camino hacia el éxito, dejan bastantes ‘cadáveres’ al paso. Y, desde que existen series como The Walking Dead o Juego de Tronos, todo el mundo sabe que, a veces, los muertos gozan de fuerza y salud suficiente como para perseguir sus objetivos hasta el averno mismo.