TUtn día soñé que una perfumada violeta pedía a la naturaleza que la convirtiera en una esbelta rosa. La naturaleza extendió su mágica mano y la violeta se convirtió en una rosa suntuosa.

En la tarde de aquel día, el cielo se oscureció y los vientos y las lluvias devastaron el bosque... y árboles y rosas cayeron abatidos.

No se puede invertir el orden de la naturaleza. Sólo las violetas escaparon a la masacre. Tampoco se puede invertir el orden racional de la organización social.

Cuando observamos la realidad de la vida descubrimos algo catastrófico. Se venda la dignidad humana y se menosprecia a la persona.

Los servicios no discurren de arriba a abajo, como era de esperar, sino de abajo a arriba, porque hay que merecer y nada es más meritorio ante el de arriba que la complicidad, la sumisión incondicional, la obediencia ciega de los de abajo. Es más digno de elogio, para el que manda, la inoperancia tranquila que la eficacia conflictiva. La expectativa de ascenso desata la necesidad de hacer méritos ante el superior y sirve de pasto a la caterva servil de aduladores y vividores.

*Sacerdote