Autor teatral

Salgo de la Tierra / madre poco. No es que no viaje, / que mis garbeos no me los pisa otro". Quiero decir que, de una u otra forma, mis artículos o reflexiones siempre han tenido que ver con esa tierra, madre o madrastra que es Extremadura. Pero si bien se mira, lo que he escrito o dicho, podría ser causa para que algún astuto lector me tomara, y con razón, por un redomado imbécil. Tan globalizados estamos, que el asunto de una tierra o país lejano, es trasunto de todos nosotros. Hoy en día no existen --prácticamente-- ni las diferencias ni las singularidades. Es ese aleteo de la mariposa, en un remoto lugar del Japón, que al final se convierte en un terremoto en la City londinense, o en una playa de Barbate. Menospreciando cosas puntuales, los mismos problemas padecemos todos, y a todos nos gustan las mismas cosas universales.

Pero hay hechos y personajes que afortunadamente no son clónicos y no se los encuentra uno repartido por toda la geografía mundial. Verbigracia Chávez.

Sudores y lágrimas me cuesta controlar el repelús que me producen las palabras huecas y sermoneadas de este impresentable iluminado. Sólo Gil y tal, ha logrado superar tal aversión, pero no me gusta el fútbol y no me gusta Marbella, con lo cual...

La encarnación mostrenca de Bolívar-Chávez es la certeza rotunda de que hay que huir de los mesías como de una tertulia de Gran Hermano. Este caudillo de sainete tiene a un pueblo al borde de la guerra civil, porque tiene a Dios a su lado. A Dios y a los círculos bolivarianos que campean a sus anchas y se reparten los muertos y las víctimas de la paliza, sin sacar, siquiera, las papeletas del bombo.

Ni toda una mayoría absoluta le daría derecho a la hecatombe a que está llevando a su supuesto adorado pueblo. Me harta su demagogia populista y desde luego ese careto de payaso dispuesto siempre para una mala función. El poder --nos guste o no-- debe de tener la apariencia seria que se le exige, aunque fuera de bambalinas sea el cabaret más puto y frívolo de una noche berlinesa de los años veinte. Latinoamérica, quizá por herencia de la sangre hispánica, siempre ha parido servidores de la patria dispuesta a salvarla. Siempre repletita de militares machos para sacarle las castañas del fuego; el parné de las arcas y los huesos a quien se opusiera a la labor, casi siempre por expreso deseo de Dios.

Al tal Chávez sólo le hacía falta un púlpito, pero ya se arregló él para tenerlo y que le llamaran Alló presidente . Ni en un texto del absurdo, la crueldad y la broma mortal hubiera tenido los mismos resultados. Decía Rosa Montero que desde Europa siempre hemos ensoñado las románticas revoluciones latinoamericanas. Pero también decía que sólo para que las disfruten ellos, que nosotros con un póster y un cóndor, tan encantados. A mí me decía mi padre que lo que no se quisiera para uno, no se deseara para nadie. Pues yo no les deseo un Chávez ni a los concursantes de Gran Hermano. A veces, se lo desearía a los tunos que dan el coñazo por el orbe. Pues ni así, que el clavelitos atontece, pero no es letal.

Seguirá el salvador en su poltrona, con la cabeza ida de bolívares y sin escuchar la llamada de su pueblo. Es lo que pasa, que en cuanto hablan con Dios y recogen su testigo, se olvidan de que tienen pueblo. ¡Qué cruz, señor!