TEtl presidente del Gobierno no quiere pagar precio político por su investidura y sobre todo no quiere dar la sensación de que lo hace. El asunto se ha clarificado todavía más con la posición adoptada por el PNV con respecto a la moción de censura del ayuntamiento de Arrásate-Mondragón. La permanencia de Inocencia Galparsoro en la alcaldía es causa de desencuentro profundo entre el PSOE y el PNV. La rectificación adoptada por Iñigo Urkullu en presencia del presidente del PNV de Guipúzcoa Josefa Egibar no ha sido suficiente para recuperar la senda del entendimiento.

El mensaje emitido por Rodríguez Zapatero es claro. Ciento sesenta y nueve escaños son muchos y desde ellos se pueden hacer muchas combinaciones para ser investido y para gobernar. La segunda vuelta no asusta al presidente porque ahora es mucho más importante una demostración de autonomía que la imagen de fortaleza que podría dar ser elegido en primera vuelta.

El PSOE es el único partido del hemiciclo que ha ganado en estas elecciones y su victoria no sólo le confiere el Gobierno de España sino una superioridad sobre todos sus adversarios sumidos en distinto grado de crisis.

La de los nacionalismos no es menor. Es cierto que en el PNV conviven dos culturas en disputa: la de la confrontación y la del entendimiento. Pero Egibar e Ibarretxe son los dos grandes perdedores de las elecciones generales en Euskadi. Si la amenaza del PNV es seguir por los derroteros de las convocatorias soberanistas de Ibarretxe, lo previsible es que la pendiente electoral en la que se ha introducido el PNV se incremente. Nadie les empuja al radicalismo.

No se puede confundir que aquí el ofendido es el PSOE y quien profiere la ofensa es el PNV que se niega a expulsar a la alcaldesa del municipio en donde fue asesinado un militante socialista. No hay nada mejor que poner a cada uno frente a sus responsabilidades. Si Egibar prefiere entenderse con ANV en vez de con el PSOE puede hacerlo. Sólo que su partido pagará precio por ello.