Quizás sea la edad, la nostalgia de los veranos vividos y, sobre todo, las vivencias no vividas que imaginamos pudieran haber sido, ésas, disculpen la tilde, las que nuca podremos olvidar por no sentidas pero tan deseadas y que precisamente nunca olvidaremos por no cumplidas, las que me hacen retroceder en el tiempo y comparar mi ya lejana juventud con los veranos que hoy observo a mi alrededor.

No, no me ha dado un ataque de melancolismo tradicionalista así porque así. Por casualidad, miren por donde, me encontraba en una terraza cuando a mi derecha quise adivinar una cara que extrañamente me era conocida y agradable a la vez que, sin embargo, no era capaz de recordar, ni el dónde ni el cuándo, ni siquiera por qué me resultaba tan familiar. Mi estupor duró el poco tiempo que tardó una avergonzada contemporánea que le pidió un selfie a... "disculpe, ¿era usted Piraña ?". Sí, era el por aquel entonces famoso Piraña , el amigo de Tito , compañero de bicicleta de Pancho, Javi, Bea, Quique y Desi , alumnos de verano de Julia y discípulos de un filósofo marinero de nombre Chanquete .

Hasta la que hace poco, créanme, me parecía una serie ñoña, aparece ahora a mi derecha cual regreso al futuro convertida en un ejemplo para aquellos que ahora tienen esos quince años, los que hace treinta tuve. Ahora nuestros hijos montan en megas por fibras ópticas en vez de caminos en bici, no se caen, se descuelgan, no se levantan, reinician el router. Sus amigos no se esperan en las orillas a escuchar y ser escuchados, y en su caso sentir el calor de una mirada, un abrazo, o un apretón de manos, prefieren tener cientos de seguidores y miles de un mecánico "me gusta", los emoticonos de un amarillo desagradable son las únicas expresiones recibidas y las pocas regaladas, sus miradas un guiño dibujado y su abrazo un selfie en la playa. La extenuante comunicación perpetua a través del whatsapp minimiza la ilusión de quedar juntos pues ya no hay nada que contar ni confidencia que compartir.

Seguramente esté equivocado y sea solo la edad la que me hace observar como barbillas en pecho, los veranos han pasado del azul del mar al verde y blanco de una aplicación telefónica.