Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

La enorme capacidad de influir que nuestros actuales medios de comunicación poseen tienden a convertir en espectáculo, consciente o inconscientemente, todo lo noticiable. Y por ende los protagonistas directos o indirectos de la noticia en actores. Y no hay nada, por sagrado que sea, que se escape de esta dinámica. Aún recuerdo, con espanto por cierto, la retransmisión de la práctica agonía de una pobre niña, que acabó muriendo, víctima de unas inundaciones. Pues, en esto de la guerra de Irak, empiezo a tener la misma sensación, un oscuro sentimiento de que realidades y ficciones se confunden y se me hacen difíciles de distinguir. La verdad virtual, tan propia de nuestros tiempos, se impone con facilidad.

Hasta ahora, y afortunadamente, las sociedades europeas han reaccionado muy positivamente ante el dilema de paz o guerra, manifestándose por la primera. Pero, este dilema, planteado con esta simplicidad, no admite otras reacciones que las producidas.

Otra cuestión distinta es tener claro los valores que defendemos, aunque el marco de debate de los mismos adolezca de vicios de origen que algún día deberán corregirse, pero que en una situación de crisis como la actual no es el momento adecuado. Creo que una parte importante de los ciudadanos defendemos la primacía de las decisiones de Naciones Unidas expresada a través de su Consejo de Seguridad, en el que cinco estados son miembros permanentes y tienen derecho de veto (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) y al que España en estos momentos también pertenece; si es casual o no nuestra actual pertenencia al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, es harina de otro costal. Pero en cualquier caso, le estamos sirviendo al eje Estados Unidos-Reino Unido de utilísima comparsa en su política respecto a Naciones Unidas. Y lo fuimos votando en la última reunión del Consejo de Seguridad junto a Estados Unidos y Reino Unido en contra del voto de nuestras aliadas naturales, Francia y Alemania, poniendo además en un brete la cohesión de la Unión Europea; fomentando una alianza de cerco con países que tienen unos justificados recelos antialemanes, fruto de la convulsa historia europea reciente y menos reciente. Recelos que debemos contribuir a despejar, temores que sin duda hay que calmar, si queremos que la UE sea la supranacionalidad que perseguimos. Flaco favor sigue haciendo Aznar, tanto a España como a la causa de la paz con el padrinazgo de una nueva resolución del Consejo de Seguridad, que avalase la intervención norteamericana en Irak, y flaco consuelo también, por qué no decirlo, que ésta no salga adelante por el veto francés o ruso.

Y mientras tanto se mantienen en la oscuridad más absoluta las causas profundas de esta situación bélica o prebélica. La relación de crisis económica y guerra, es algo más que una intuición; su relación con el mundo del petróleo también, pero lo que no acabo de ver claro es el desenlace que se persigue. Lo aparente, lo que se dice, seguramente no es lo cierto. Acabar con Sadam Husein e imponer un nuevo orden en Oriente Medio pudieran ser pero están actuando con demasiada lentitud y sería pueril que son razones éticas o el respeto a Naciones Unidas las que los han frenado. Habría que estudiar con algún detalle si estas técnicas de aumentar la tensión hasta un punto en el que la explosión parezca inevitable para posteriormente rebajarla y a continuación volverla a hacer subir y así sucesivamente, a quién beneficia y a quién perjudica. Estas tensiones pueden durar décadas y, la verdad, ya sabemos que a veces es esquiva e inaprehensible.