Un dato impresionante: los alimentos básicos se han encarecido un doscientos por ciento en dos años. Se está notando, ¿verdad? Pues imagínense en el tercer mundo: hambrunas, revueltas, saqueos... muerte y desesperación. Otro dato, paradójico éste: nunca la producción agrícola había sido tan abundante. La carestía se debe a cuatro factores: el alza del nivel de vida en países como India, China y Brasil, la producción de biocarburantes, la subida del petróleo y la especulación financiera (por despiadado que parezca, la soja, el trigo, el arroz y el maíz se han convertido en valores-refugio para inversores, quienes compran productos alimentarios y los almacenan para provocar el alza). No voy a entrar aquí a valorar el alza del nivel de vida en algunos países, ni la producción de biocarburantes (que no sólo provoca carestías y encarecimientos, incluido el d el petróleo, sino que está acelerando exponencialmente la deforestación), porque lo que más me llama la atención es la frialdad de los inversores. ¿Hasta qué punto es lícito especular con este tipo de productos, de primera necesidad? Hemos pasado de permitir la especulación con los capitales y la energía a consentir que se haga con la tierra y la vivienda, y ahora, por el bien del capitalismo y el liberalismo, hay que transigir con que estos sujetos jueguen con el estómago y las vidas de millones de personas sólo porque huyen de la crisis de las hipotecas basura . ¿Qué será lo siguiente con lo que especulen estos genocidas? ¿Con el agua? ¿Con el aire? ¿Con la sangre y los órganos de los donantes? Nuestro sistema y nuestra cultura les permitirá hacer lo que quieran, cueste lo que cueste y a costa de lo que sea, mientras el PIB vaya bien y Cristiano Ronaldo venga al Madrid la temporada que viene.

José A. Mingo Botín **

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