El juicio abierto por un tribunal internacional en Phnom Penh, capital de Camboya, contra Kaing Guev Eav, Camarada Duch, exjerarca de los jemeres rojos, obliga a revivir la tragedia a los supervivientes de la matanza --dos millones de muertos-- desencadenada a partir de 1975 por Pol Pot y sus secuaces, sin que, por lo demás, quepa esperar la entera satisfacción debida a las víctimas. El hecho de que el tribunal sea fruto de un pacto entre el Gobierno camboyano que encabeza Hun Sen, un cabecilla de los jemeres antes de desertar, y de que la mayoría de los verdugos han muerto o son ancianos, condiciona el proceso.

Para las defensas, salvo en el caso de Khieu Samphan, que fue presidente del régimen, el cumplimiento de las órdenes recibidas de sus superiores reduce la responsabilidad del Camarada Duch, que reconoce haber torturado y ordenado la muerte de decenas de miles de presos, y de otros tres procesados.

A la luz de la abundante jurisprudencia a disposición del tribunal, desde los juicios de Núremberg en adelante, el argumento no es sustantivo, pero la composición de la sala y las presiones políticas hacen posible este tipo de razonamientos. Basta recordar las imágenes espeluznantes servidas por la televisión y las historias de pesadilla narradas por quienes sobrevivieron al terror contada en la película ´Los campos de la muerte´ para desear fervientemente que no sea este el desenlace.