No sé si Pedro Sánchez habrá respirado satisfecho y aliviado con la victoria de Susana Díaz en las elecciones andaluzas, verá en ella una amenaza o estará haciendo cálculos para el futuro. Pero la mención a tan amable político, quien en sus recientes confrontaciones con Rajoy se ha mostrado mucho más incisivo y faltón de lo usual en él, me recuerda su último y más repetido mantra: "¡No tienen vergüenza!" Pues, abandonada ya toda esperanza de que don Mariano , cada vez más sumido en su maniarismo, con plasma o sin él, haga caso alguno de lo que la gente normal y corriente piensa, a veces me gusta imaginar que tengo a mano a diferentes protagonistas de la actualidad española para exponerles, sin acritud pero también sin miel, lo que a esta humilde articulista le da vergüenza. Porque esa misma actualidad española ofrece cada vez más motivos para sentirse avergonzado. Y en todos los frentes.

Al director de TVE le haría partícipe de la vergüenza sonrojante que produjo en la audiencia la última producción de ese ente público que pagamos todos y que se titulaba Alfombra roja. Programa penoso donde los haya, falto de calidad, de horrendo formato y producción detestable. Y no es que una no esté acostumbrada a ver lo peor en la pequeña pantalla, desde TeleCinco a la Cuatro, la Tres y la Seis también, pero eso no son cadenas públicas Y reitero mi enérgica aunque inútil protesta por que semejante bodrio se haga con mis impuestos. A Rosa Díez , la noche infausta en que su partido desapareció como formación del mapa político andaluz, le diría, si pudiera, que me avergonzó su súbita escapada y que debería haberse quedado al menos a compartir la derrota de la que muchos en su formación la responsabilizan. Pero "tenía que irse a Bilbao".

Y a la misma Susana Díaz , cuando despertara de su éxtasis victorioso, le comunicaría el bochorno grande que sentí al verla bajar la rampa en triunfante cabalgata socialista con la cohorte de pelotilleros agitando los brazos al viento, rodeando a la campeona de la noche, que sonreía en estado de beatitud digno de mejor momento. Pese a repetir el mismo número de escaños que en la legislatura anterior, y no haber conseguido ni de lejos la estabilidad pretendida.