La sociedad civil de este país necesita funcionar, y que funcionen los que, desde las administraciones públicas, tratan de vertebrarla. La contienda electoral, llamada así contienda porque parecen enemigos los elegidos de las elecciones, y no compañeros de escaños, resultan, en algunos casos, altamente tóxicos por las expresiones de uso, estigmatizando clases, condición e ideología. Un proceso electoral, que significa el triunfo de la democracia, y, a veces, por los comentarios que se trasladan y se propinan desde los medios de comunicación parece más un juego de rol que la consecución de la expresión más libre del ciudadano que es el voto. La soberanía de un hombre/mujer un voto.

ESTE PAIS necesita de mensajes positivos, de talentos al servicio del interés común, y de eliminación, lo más posible, de estigmas del pasado que tratan de cualificar y calificar a las personas.

Sobran demasiados epítetos y falta mayor contenido. El contenido de arrimar todos el hombre y marcar el rumbo hacia una sociedad plural, sin sectarismo, en la que todos tenemos algo que decir. Todos, absolutamente todos. Es el marchamo de la democracia cabemos todos. Nadie sobra. Por esto resulta chocante la trascendencia de expresiones y pronunciamientos catatónicos que parecen dibujar escenarios catastróficos.

España es tal plural, tan manifiestamente diversa que es lo que la identifica. Y lo que debiera servir para unirnos, nunca debiera servir para confrontar y, especialmente, para separar. Por esto, a pesar del interés de revertir los movimientos sociales en organizaciones políticas, cada vez se hace más preciso revalorizar y apoyar a la sociedad civil.

A ESTA agrupación de individuos, con capacidad de interlocución, que manifiestan un compromiso con causas y personas en una clara visión de interés general. Es la trasversalidad de las organizaciones sociales la que da fuerza e impronta a sus movimientos. Ahí sí que se produce una trasversalidad de ideas y de personas que comulgan conjuntamente en pro de esa organización socio-sanitaria, o de cooperación, o cultural o deportiva. Ahí reside la fuerza, entre otras, de esa democracia participativa, que debiera ser escuchada y tenida en cuenta.

Ahora que tanto se habla del día después electoral, no siempre para ejemplarizar programas, ideas y contenidos; sino para reprocharse lo bueno y lo malo que son unos; y lo que el ciudadano ha hablado, a través de las urnas, sin pensar que el día después es el día no del desaliento de unos; y el día del éxito de otros; sino y, esencialmente, es el día de ponerse en común a pensar cómo vertebrar y organizar este país, sumido en una grave crisis. Que aguanta, forzadamente, esa cada vez más desigualdad entre unos ciudadanos y otros.

Y DE ESTE debate parece poco hablarse, porque muchos están ensimismados en contar cromos, e intercambiar sillones. Lamentable algunos posicionamientos en esa dirección. Con lo fácil que sería poner en común ideas, planteamientos y gestiones para sacar a una todos a este país hacia adelante, siempre pendiente de que nadie quede rezagado. Porque la presencia de la buena gestión pública si algo la caracteriza es porque trabaja para el bien común, desde el lado más débil de la sociedad.

Lo que hoy debieran debatirse en ayuntamientos, parlamentos, diputaciones, por tanto, desde mi humilde opinión no debiera ser tanto intercambiar y calibrar votos y escaños, como el verdadero programa de un servicio público --que es la política-- que no diferencia ciudadanos, sino que piensa en ciudadanos para servirlos desde el concepto de la transparencia y la equidad.

*La autora es abogada.