La selección española de fútbol no faltó a la cita y, como todo el mundo esperaba con más de un punto de ansiedad después del primer partido, resolvió con solvencia, aunque con un exiguo marcador, el de anoche contra Honduras. El pitido final del encuentro contra Suiza fue, al mismo tiempo, el pitido inicial para el equipo nacional de un Mundial que, dada su trayectoria en el Europeo, nadie había previsto. Y aunque las sensaciones en los aficionados fueran las históricamente conocidas --las de la ansiedad, las de la incertidumbre--, la respuesta contra Honduras pone de manifiesto que este equipo está a salvo de vaivenes anímicos. Y es que la victoria de ayer tiene el mérito del resultado y también el de la insistencia en las ideas: el mérito de la coherencia. Y en eso de mantener el ideario Vicente del Bosque es único porque lo ha hecho en todos los equipos en los que ha estado. Por contra, La Roja sigue sin afinar el punto de mira y un exceso de toque al borde del área arruina muchas posibilidades de gol. Con el triunfo de anoche, la selección encara el viernes ante Chile un partido decisivo --ya todos lo son, porque la pifia contra Suiza supuso perder el margen de error de que disponíamos-- con la confianza regenerada pero con dudas sobre la definición final de las jugadas. No obstante, no hay que olvidar que este equipo nos hizo campeones de Europa y el crédito lo tiene, pese a todo, intacto.