Escritor

Con la iglesia hemos topado en lo referente al ardor sexual femenino. El caso de Malena Gracia es excepcional. Malena hasta parece un hombre, siempre que éste no haya estado en catequesis católica, que duermen el sexo como nadie. Los investigadores no dan con la viagra femenina. La mujer es un misterio y a estas alturas no se sabe cómo actúa la vagina, porque por lo visto no todas actúan igual teniendo en cuenta que toda vagina tiene cuatro capas, y si te toca una mujer con la enzima PD-5 en la cuarta capa, tienes que rodearte de paciencia para calentar a la interfecta. La historia de la vagina no puede ser más siniestra por lo desconocida que ha sido. Hay unos versos de un poeta pacense que dicen "Abájate, Guillermina, que te vea la vagina", y es que es el gran misterio del hombre, y más sobre todo de los españoles, que ni puestos a soñar presumieron lo que era eso. El hombre, por ignorancia sabida, sólo mantenía contactos con fulanas, criadas de casa y alguna prima avanzada. De todas ellas, sin lugar a duda, la vagina más conocida era la de la prima, por las tórridas siestas del verano, que te ibas a casa de una tía que tenía una hija abrasada por las siestas del verano español. Eran los juegos habituales de enfermos y enfermeras, que tu prima hacía las primeras prácticas manuales del sexo masculino, más conocido por manualidades. Sorprendentemente tu prima descubría un miembro, que en su lugar de descanso era como una tripa a medio llenar y que al manosearla se desperezaba sorprendentemente hasta ponerse como la bandera del teniente coronel Yagüe. Fueron casos excepcionales, que sólo dio lugar en familias de la alta burguesía con casas llenas de pasillos y salones, buhardillas y sobre todo palomares, donde a nadie se le ocurría subir, pero que el zureo añadía una motivación al sexo. Claro, casas con palomares se podían contar con los dedos de una mano. Quizá yo tenga una experiencia única en este aspecto, que no tenía nada que ver con la vieja experiencia de la cabra de la legión, e incluso con vacas y yeguas.

Todo eso ya ha desaparecido, y ya sólo queda el recurso a la brutalidad más extrema, como es el caso de los violadores. Y así está la ciencia en este campo: en mantilla. La ciencia que ha avanzado tanto no sabe cómo encelar a una mujer. El caso de Malena es excepcional y el del palomar, no digamos. Sólo unos cuantos de miles de millones de seres nos iremos de este mundo con una sonrisa en los labios.