Contaba una antigua fábula que, en tiempos de hadas y trasgos, congregados los sabios del rey para averiguar el modo más rápido en que el hombre podía moverse, ningún ingenio mágico como el caballo volador o la alfombra mágica superaron en rapidez y distancia al más sencillo, más próximo y más difícil de averiguar, que no era sino el pensamiento. En efecto, traspasados infinitos límites en la capacidad del ser humano para desplazarse, seguirá siendo el poder de la mente el modo más efectivo de hacerlo. Porque incluso donde el hombre todopoderoso aún no ha llegado, pese a ser uno de sus retos más infranqueables, sí lo ha hecho la imaginación, que nos transporta en un verbo al futuro o al pasado, para que nos lo montemos como queramos según nuestro real saber y entender.

Durante este puente que acaba, españoles por el mundo han aprovechado para viajar por tierra y aire sobre todo, ya sea dentro de nuestra hermosa patria, ya por Europa, ya algunos suertudos con tiempo allende los mares, a latitudes cálidas y azules, muy alejadas de este frío que no cesa. Unos pocos, españoles también, pertenecientes a la versión de los que no quieren serlo y se muestran por ello frustrados, odiadores, rencorosos e insatisfechos, fueron a volcar sus miserias a grito pelado en el centro de Bruselas, exhibiendo ante nuestros socios de la UE la cara más fea, intransigente, intolerante e insolidaria que imaginarse pueda. Algunos observadores imparciales que pasaban por allí, han contado a quien quisiera enterarse que después de vociferar su malhumor, aparcaron su irritada estelada en un restaurante con el peregrino nombre de Sabores de España cuya puerta se adornaba con un torazo de Osborne.

Esta impertinente, sin embargo, solo ha visto en estos días españoles encantados y curiosos con ganas de disfrutar y compartir. Familias enteras, compatriotas felices que han preferido, pese al frío, visitar museos, mercadillos navideños, parques gélidos o exposiciones. Sin amarguras, sin odios y, pese al frío, con el calor de saber que pertenecemos a la vieja Europa. Y nos gusta.