Las épocas preelectorales marcan un antes y un después en los modos de hacer política, por eso como en bandada, obedeciendo a la llamada de un impulso atávico, acuden los políticos a darse un baño de moderación en las aguas calmas del centrismo, allí desnudos de todo radicalismo atrabiliario, se zambullen en su tibieza reparadora, para renacer con la fe y el ímpetu del converso, en un hiperbólico juego de cosmético transformismo político.

Atrás, como sombras olvidadas en el tiempo, van quedando los vicios de juventud, las malas compañías de un viaje efímero, los intentos baldíos de inéditas transformaciones, la mala conciencia de quien sólo sabe ver lo negativo, de quien deliberadamente tiene el vicio de jugar a la contra, confundiendo lo novedoso con lo desestabilizador o lo rupturista.

Porque las ideologías han ido cediendo terreno en favor del pragmatismo, desposeídas de aquella fuerza arrolladora de antaño. El sueño utópico se ha convertido en ceniza, y la política ha quedado huérfana, envuelta en la torpe apariencia de una carcasa puramente formalista y vacía, indiferenciada, sin la delimitación precisa, ni la percepción de unos contornos nítidos, por eso las promesas electorales se han convertido en una pura panoplia contradictoria, donde resulta ser progresistas suprimir el impuesto sobre el patrimonio, aumentar el porcentaje del IRPF dedicado al sostenimiento de la iglesia en lugar de propender hacia su autofinanciación, erradicar de sus programas todo lo que suene a aborto o a eutanasia o cambiar de socios sustituyendo a ERC por el PNV, como tampoco es de conservadores pretender que las clases desfavorecidas queden exentas de hacer la declaración de la renta, ni el llevar como reivindicación prioritaria el incremento de las mejoras sociales, ni practicar unos hábitos de moderación a los que nos tenían desacostumbrados.

XEL EVIDENTEx equilibrio en el que se desenvuelven los porcentajes de las últimas encuestas, somete a los partidos a un proceso de constante búsqueda, a perfilar cuidadosamente sus estrategias, a medir el grado de irritación que la sociedad está dispuesta a soportar, ya no son suficientes los votos afines para desequilibrar la balanza, ahora es necesario pastorear en los prados del centrismo, acudir en peregrinación a esa tierra de nadie en busca del voto moderado, furtivo, abstencionista, amnésico, indeciso y desideologizado, a medio camino entre una y otra orilla, ese voto mestizo que suele dejarse seducir por los cantos de sirena del que gobierna, pero que tampoco hace ascos a su contrario.

Con ansia infinita, se buscan los restos de moderación que quedaron flotando sobre el agua de la última batalla, donde emerge rampante la figura de José Bono , un populista que, al haber abandonado el barco en medio de la tormenta, mantiene ahora intactas todas sus constantes, con la ambivalencia de esos personajes camaleónicos que suelen conectar fácilmente con cualquier sensibilidad, y que pueden servir de contrapeso frente a otras veleidades más radicales, lo mismo que Solbes , al que todo el mundo daba ya por amortizado, al que se le veía sumergido en un aura de merecido descanso, al frente de alguna empresa privada o de algún organismo internacional, pero que ha sido recuperado porque tranquiliza a la derecha económica y ofrece garantías como el guardián fiel de las arcas del Estado.

Se plantea ahora la conveniencia de celebrar debates televisados, es una decisión importante que cada cual deberá sopesar minuciosamente, ya que puede ser un factor determinante. Independientemente de a quien favorezca, con los debates televisados se refuerza la idea del bipartidismo y del voto útil, polarizándo la atención, promoviendo una mayor participación y un menor pluralismo, ya que el medio televisivo conserva toda su fuerza arrolladora y la capacidad suficiente como para impedir que el electorado se refugie en los cuarteles de invierno del abstencionismo y de la inhibición.

Por eso, como quien no quiere la cosa, los políticos se están procurando un aterrizaje suave sobre las pistas del centrismo, porque sociológicamente saben que es un fenómeno en expansión que va creciendo a medida que el país ha ido adquiriendo unas más altas cotas de desarrollo y de modernidad, también porque han oído decir que quien controla el centro del campo es el que suele terminar ganando el partido, y finalmente porque es el último refugio que les queda a quienes, faltos de ideas novedosas e ilusionantes, son incapaces de presentar alternativas que despejen los temores y las incertidumbres que se han ido adueñando del pensamiento popular.

Bienvenido sea este giro al centro, este intento de regeneración política, esta apuesta por recuperar la cordura, la moderación y los buenos modos; solo cabe esperar que no se reduzca todo a un simple ejercicio de simulación, motivado únicamente por el deseo de salir bien parados en los próximos sondeos electorales.

*Profesor