TLta otra guerra de ver qué agencia te lleva más barato a Cancún, está desbordando todas las previsiones familiares. Hay familias que no se ven, porque cuando uno va otro vuelve. Menos mal que el teléfono móvil allana las situaciones catastrofistas de la propia familia. Una amiga se fue con salmonella de viaje porque no era cuestión de perdérselo por una tontería de nada y, por supuesto, el viaje lo hizo cagándose casi de continuo, y ya llegando a Corfú (ella iba a Corfú), después de cinco transbordos, tuvieron que llamar a la torre de control para que tuvieran preparada una ambulancia. El marido la miraba (mi primo Ernesto ) compasivamente, pero ella lo animaba:

--Que no, Ernesto, que en cuanto lleguemos llamamos a los Angeles de la Noche en Badajoz.

--Pero antes habrá que llevarte a un hospital. Te estás quedando blanca y no sé si me verás bien.

--¿Tú no tenías antes bigote...?

--¿Pero qué estás diciendo? ¿Ves?, desvaría ya y todo...

Estaban aterrizando cuando se oyó la voz del capitán:

--Señores viajeros, el viaje está llegando a su fin, y les deseo una feliz estancia, pero les recomiendo que no beban agua de los grifos.

--¿Has oído?, preguntó Ernesto .

--No te preocupes, que para eso están los Angeles de la Noche. Yo no me monto en la ambulancia. Ni que lo sueñes.

Durante el viaje Flora perdió cinco kilos, pero fue ver Corfú y se le quitaron todos los males, menos el de sostenerse en pie:

--En cuanto pongamos pie en tierra y llame yo a los Angeles de la Noche nos vamos a bañar.

Ernesto es hoy un viudo al que no se le puede hablar de viajes. Ahora su madre lo atiende con cariño, pues desde que se casó no veía Badajoz de tantos viajes como hizo con Flora, que yace en Corfú mirando al mar.

*Escritor