Lleva nombre y apellido de santo. Es conocido por casi todo el mundo. Ha recibido el premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1998. Su figura y su palabra se ha hecho presente en múltiples medios de comunicación. Fue sacerdote jesuita. Le destinaron de misionero en la India. Cambió su sotana y celibato y se casó. "No he venido aquí a proporcionar una buena estadística de bautizos".

Su ejemplo y secularización puso en crisis el sentido de las misiones. ¿Evangelizar o dar pan a los pobres? El ha dedicado parte de su vida a dar de comer a millares de indios hambrientos y fundar hospitales. Su obra y su figura es reconocida y exaltada no sólo en España, sino en el mundo entero. Decenas de ONGS han seguido su ejemplo en todas partes del tercer mundo. Hoy son muchos quienes se preguntan: ¿Tiene sentido ser misionero y tienen sentido las misiones católicas? ¿No sería más conveniente atender las necesidades materiales de los pobres y luego hablarles de Dios? ¿No sería mejor dejar a estos pueblos en su propia religión y poner todo el esfuerzo en sacarles de su miseria? He aquí unas preguntas que suscitan polémica y que no encuentran fácil respuesta. Me inclino a pensar que la cuestión no es de antes o después; ni siquiera de necesidades de la gente. Me fijo en el mandato y ejemplo de Cristo. El mandó evangelizar y bautizar (Mt.28.19-20 ) sin excluir todo lo demás. El predicaba, pero también atendía a los necesitados de todo tipo. Esto es lo que han hecho a lo largo de veinte siglos los misioneros católicos en el mundo entero.

Miguel Rivilla San Martín **

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