Quienes gustan de describir la manera de reaccionar de los dirigentes de grandes empresas o de políticos que han de tomar decisiones de calado los dividen en dos: los que piensan que cuando todo va bien no hay motivo para cambiar, y quienes proponen que las épocas de tranquilidad son la mejor ocasión para abordar los cambios necesarios.

El vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, Pedro Solbes, ha ejercido con notable éxito los dos papeles: no tocar lo que ya funciona bien en la economía española y esperar hasta el final para proponer tímidas medidas correctoras de los aspectos más inquietantes en suevolución.

Hay datos que amenazan no solo al crecimiento conjunto de la economía que se mide en el Producto Interior Bruto (PIB), sino también a una parte esencial y olvidada con demasiada frecuencia por quienes contribuyen a este cálculo: las familias, que pasan por un difícil trance financiero por su fuerte endeudamiento. Las últimas estadísticas del Banco de España también advierten de un panorama preocupante, porque, por primera vez en muchos años, las familias ya se endeudan más de lo que ingresan cada año. Cabe recordar aquí que, como ya se ocupó este diario en esta misma página editorial, un informe de la Caixa de Cataluña asegura que de cada cien euros que ingresan las familias españolas, deben 127.

Por otro lado, la pretensión del ministro Solbes de que la crisis hipotecaria de Estados Unidos no afecta a España es ilusoria. Una cosa es que se demuestre que han sido muy pocas las entidades financieras españolas que cayeron en el señuelo de la alta rentabilidad de los nuevos productos financieros (y, en este sentido, es verdad que los efectos de esa crisis son marginales) y otra que no se quiera tener en cuenta algo mucho más importante: los millares de casos que se avecinan de compradores de vivienda --para vivir en ella, no para especular con ella-- que tienen dificultades para pagar la cuota mensual.

Solbes, con el buen criterio que le proporciona su condición de excomisario europeo de Economía, también se inclina por pedir que el Banco Central Europeo no suba los tipos de interés por encima del 4%. Se atiene a los méritos de la buena evolución de los indicadores económicos españoles que mantienen un crecimiento superior a la media europea y contienen, mal que bien, la inflación. Es lo menos que se podía exigir del ministro, a la vista del abuso que ha hecho la banca privada europea de los préstamos baratos del mismo BCE, y que han llevado al euríbor --lo que se cobran entre sí los bancos-- a niveles de hace cuatro años. De esa política monetaria solo se ha beneficiado, hasta hoy, la banca más especulativa, y han salido perjudicados quienes tienen hipotecas referenciadas al dichoso euríbor, que son precisamente la mayoría de los hipotecados.