Abogada

Una vez más el gobierno vasco se apresta a salvaguardar a aquellos colectivos, que bajo la premisa de la militancia política nacionalista --con implicaciones con la banda terrorista-- han sido declarados ilegales. Convirtiendo, de esta manera, la proximidad ideológica en una especie de eximente. Tiene que doler, especialmente, a las familias que han sido rotas por la barbarie terrorista escuchar discursos tan ambiguos, y tan discriminatorios de unos ciudadanos, respecto a otros. No hay duda, quizás, de que un gobierno o, incluso, un mandatario político debe sustraerse a las posiciones radicales, y debe buscar la solución de los problemas; especialmente el que lastra a este país, durante años: el de la violencia terrorista. Pero no es menos cierto el hecho de que actúe de acuerdo a la intimidación, que, sin duda, ejercen todos aquellos que aplauden la generación del terror, por cuenta de una idea ultranacionalista. He asistido a algunos de los juicios contra terroristas, en la famosa sala blindada de la Audiencia Nacional. Recuerdo muy bien la intimidación de aquellos terroristas, que llegaba a tal punto, que se iniciaba con un desafío hacia todos los poderes del Estado, allí representados; concluyendo con miradas de verdadero odio hacia los que han sido sus víctimas. Aquello nada o poco tenía que ver con planteamientos ideológico alguno. Se trataba, simplemente, de unos auténticos delincuentes, crecidos por las circunstancias y dispuestos a poner en entredicho a todo un sistema de Estado. Aún más, cuando te disponías a abandonar la sala, entre sus adeptos, se producía una especie de encerrona en un nuevo intento de acorralar a los que en la sala éramos considerados para ellos, como sus verdugos y cómplices de verdugos.