XNxuestro sabio pueblo español ha vuelto a poner a cada uno en su sitio, produciendo un vuelco electoral en el que pocos creían. Nunca sabremos si las tendencias que se apuntaban hubieran llevado a los socialistas a su extraordinario y meritorio triunfo o si a éste ha contribuido el doloso comportamiento del Gobierno ante los dramáticos sucesos de Madrid.

Sea como fuere, la victoria es clara y legitima. A pesar del drama y por encima de él, se ha impuesto la normalidad democrática, y de esto debemos alegrarnos todos, vencedores y perdedores. A Zapatero, sin presiones, hay que dejarle formar su gobierno, siendo discreto respecto a lo que se sabe y más aún de lo que se intuye. Este gobierno debe cicatrizar las heridas abiertas por el aznarismo, nombre de infausta memoria que debemos olvidar ya, y despejar las graves incertidumbres del presente, sobre el que penden asuntos muy graves, como la repatriación de nuestro contingente militar en Irak y la estructura territorial del Estado.

El primero es herencia de la nefasta política exterior de Aznar y de su malhadada intervención en Irak. No es cuestión de ahondar aquí en los abismos psicológicos que le llevaron a tomar tan disparatada decisión, pero urge la recolocación de España en el conjunto de la vieja Europa a la que pertenecemos, no como peones de acompañamiento, que eso sería inasumible, ni tampoco exigiendo posiciones que ni por nuestra población ni por nuestro nivel económico y militar nos corresponden. La espinosa cuestión de nuestra presencia militar en Irak, unida al rotundo compromiso de retirarlos en fecha fija y muy próxima, acuerdo solemne que Zapatero debe cumplir, obliga a poner en marcha a toda nuestra diplomacia, para que nadie interprete esta retirada unilateral como un acto insolidario, o lo que sería peor, de cesión ante el chantaje terrorista. Es cierto que la promesa fue hecha antes del bárbaro atentado de Madrid y ahora las explicaciones a dar por esa retirada son forzosamente más complejas. No obstante y a pesar de la falta material de tiempo, una nueva resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre esta cuestión sería el marco ideal para el replanteamiento de la ubicación de nuestro contingente militar en Irak.

La configuración territorial del Estado es otro de los problemas urgentes a encauzar. El acierto de formar un gobierno monocolor, que le permita obtener las puntuales alianzas para sacar adelante un nuevo modelo, que aúne diversidad y unidad en el marco constitucional, es una primera baza jugada con inteligencia. Y en este contexto la reforma de los estatutos que se aprueben deben contemplar el máximo consenso, y si hace siete días nadie dudaba que PSOE y PP vertebraban España, siete días después, a pesar del vuelco electoral, sigue siendo igual de válido. La presencia de las fuerzas nacionalistas en el Congreso es muy significativa, y la tendencia a converger en las cuestiones territoriales, prácticamente asegurada. Zapatero deberá resistir las presiones para encauzar un proyecto territorial de concordia.

Se estrena con seguridad un nuevo talante. Lo mejor que el tiempo no lo envejezca con excesiva rapidez; todo apunta a que será así. La victoria, ya se sabe, es hija de cien padres y la derrota, como también se sabe, es huérfana. Rajoy ha demostrado un buen talante al asumirla. No sería mal comienzo su comprensión en la necesaria retirada de nuestras tropas de Irak.

Son los pueblos los dueños de la historia; los líderes políticos tan sólo sus escribanos.

*Ingeniero