El otro día un buen amigo me contaba frente a un café la discriminación a la que todavía está sometido en su pueblo debido a su orientación sexual. En numerosos pueblos y ciudades de Extremadura cualquier muestra pública de amor entre dos personas del mismo sexo puede conllevar un serio rechazo. Y es que aún existen muchos obstáculos para que gais, lesbianas, bisexuales y transexuales podamos desarrollar nuestras vidas con total normalidad. Somos seres humanos, como todos los demás, vivimos, trabajamos, soñamos, nos enamoramos, tenemos los mismos deberes y obligaciones, pero no se nos reconocen los mismos derechos.

Gracias al incansable trabajo de miles de activistas del movimiento lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (lgtb) y al compromiso de las fuerzas políticas progresistas, hoy la igualdad formal o legal para nuestro colectivo esta más cerca que nunca. En 2005 fue aprobada por el Parlamento la ley que permitía el matrimonio entre personas homosexuales y en 2007 ha sido aprobada, recientemente, la ley de identidad de género que permite a los y las transexuales cambiar su nombre en el DNI sin necesidad de someterse a una operación quirúrgica. Debemos valorar estos avances sociales como grandes conquistas del movimiento lgtb, que gracias a su amplio tejido asociativo y a la participación activa de sus militantes ha sabido conseguir el justo reconocimiento de nuestros derechos. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La homofobia y la transfobia siguen existiendo en nuestra sociedad y debemos seguir trabajando para erradicar estas lacras sociales y alcanzar la igualdad social de nuestro colectivo.

XEN NUMEROSASx ocasiones, podemos ver como los logros conseguidos en pro de la igualdad y la libertad para gais, lesbianas, bisexuales y transexuales son contestados por parte de los sectores más retrógrados y reaccionarios con brutales embestidas contra nuestros derechos. La derecha más rancia y las jerarquías religiosas se convierten, a menudo, en instigadores de la discriminación, el aislamiento o la estigmatización que sufrimos. Sabemos que nunca contamos ni contaremos con los sectores ultraconservadores en nuestra lucha por la igualdad y el respeto a la diversidad, pero jamás pensamos que nos convertiríamos en el principal objetivo en su lucha contra los progresos y avances sociales que pueden hacer de esta sociedad una sociedad más justa, más igualitaria, más libre en definitiva. Desgraciadamente, extraño es el día que no tropezamos en los medios de comunicación con algunas declaraciones con olor a naftalina que siguen intentando presentar la homosexualidad como una enfermedad mental o una desviación sexual. Estas declaraciones, portadoras de altas dosis de odio hacia lo desconocido, ejemplifican como ciertos sectores siguen todavía empecinados en negar nuestros derechos y rememorar oscuros tiempos del pasado. Primero fueron las madres solteras, después llegó la cruzada contra el divorcio y ahora la homosexualidad parece estar en el ojo del huracán. Estas actitudes que intentan legitimar el rechazo a gais, lesbianas, transexuales y bisexuales deben ser erradicadas para conseguir una sociedad tolerante en la que quepamos todos y todas.

En el caso concreto de Extremadura, el panorama para gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, es, si cabe, más desesperanzador. A pesar de la oposición de algunos sectores, numerosas iniciativas legislativas se han llevado a cabo en las instituciones para intentar erradicar la homofobia y la transfobia de la sociedad extremeña. Pero, en muchos ámbitos, la intolerancia y la intransigencia persisten. En nuestra comunidad autónoma, vivir en el medio rural se convierte, en numerosas ocasiones, en una dura condena para las personas no heterosexuales que desarrollan sus vidas en los pueblos de Extremadura. Las agresiones físicas y psicológicas a gais, lesbianas, bisexuales y transexuales silenciadas y no denunciadas, a menudo por miedo, están muy presentes todavía marcando las vidas de numerosos ciudadanos que no pueden expresar su orientación e identidad sexual con libertad.

Hoy, en Extremadura, al igual que en el resto del Estado español, la igualdad formal está llegando, pero aún nos queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad plena y la integración social. Hoy, gais y lesbianas podemos contraer matrimonio pero, mientras que en las calles de nuestras ciudades y pueblos seamos recibidos al grito de ¡maricón! o ¡bollera! y seamos insultados al besar a nuestra pareja en público la igualdad real estará aún muy lejos. Para nosotros y nosotras, todavía hoy el día a día no es fácil, la vida no es de color de rosa.

*Coordinador de ALEAS IU-Badajoz