Si piensas que la vida es un suspiro, un gemido, un llanto, una tempestad, una lucha, yo te digo que la vida es una sonrisa, que genera amores como rayos fecundos, algo que no nos cansamos de admirar. Ya la vida de una planta y de un animal es maravillosa cuanto más la de un hombre. La vida es un paraíso que los hombres no sabemos saborear, ni cuidar. Nos asomamos a nuestro planeta creado para la vida y lo hallamos lleno de violencias y crueldades, que tiende a naturalizarse y afecta a toda la humanidad sin excepción. En estos días, entre lo irracional de los ajustes de cuenta, las mujeres muertas a mano de su pareja sentimental, se oyeron el estallido de artefactos en Alicante, Benidorm y País Vasco. En toda acción terrorista hay crueldad, corazón frío y desprecio de la vida. El mundo no es un parque de animales donde se olvidó separar los lobos de las ovejas. La vida es la sombra de otra sombra, que huye, y nuestro tiempo la punta de aguja que juega con el espacio y el tiempo buscando su propia armonía, que es interrumpida inesperadamente por aquellos que no supieron plantar semillas con ternura. Buscamos el verdadero aroma de la vida y deseamos que sea hermosa y alegre como un arco iris, una paleta con todos los colores, un escenario donde dancen el sollozo, el llanto y la risa, la razón y el delirio en un rico festín. Vivir es obrar con amor, obrar es producir sonrisa, alegría y buen perfume en nuestro alrededor; producir es hacer un mundo que no sea como pompas de jabón o sueños hueros, sino un bello paseo de paz. Vivir es tejer cada día la tela de la vida con los mejores hilos extraídos de nuestro corazón. Es infundir en las cosas que hacemos el aliento de nuestro espíritu lleno de amor.