TEtra una de estas mañanas de Feria . Una muchacha en estado ebrio caía junto a un contenedor, mientras dos chicos, en el mismo estado que ella, pretendían llevarla a casa. La hedionda basura me hizo recordar a la joven mamá que hace unos días arrojó a su hijo, recién nacido, con la boca llena de papeles, a un cubo maloliente como aquél. Pensé: ¡Qué salvaje es aquél que siembra una flor para destruirla! La calamidad de los hijos y sus vidas truncadas estriba en las dotes de los padres. ¡Si la basura pudiera contar las vidas, honores y famas que en ella arrojamos los hombres!

Los niños que murieron el 11-M han dejado una fotografía, un nombre y un mensaje, que dice: "La vida que perdimos allí". Reciben homenajes, flores y oraciones. Detrás de cada nombre había una vida, una familia, unos amigos, unas esperanzas y un futuro.

Mientras, la sociedad calla ante la vida truncada del joven que se hunde en la basura del alcohol y la droga; ante los niños sin nombres arrojados a un inodoro o a un contenedor y ante los más de 40.000 niños que mueren cada día de enfermedades y hambre fácilmente evitable. Vidas pisadas como una flor, y con un futuro que nunca llegará.

*Sacerdote