ETA tiene fecha de caducidad. A estas alturas de la historia, tan importante es el final como la forma en que se produzca. No se trata de un proceso de paz. En la terminología, el terrorismo ha dominado los medios de comunicación. Es momento de precisar las palabras porque la semántica forma parte de la forma del final del terrorismo.

Jesús Eguiguren es conocido como el gran especialista del PSOE en el mundo aberzale. Insiste en jugar un papel de mediador y quiere tener un protagonismo desmedido cuando la esencia del arbitraje es la discreción: si el mediador se convierte en protagonista, termina por exhibir el síndrome de Estocolmo, que casi inevitablemente produce la cohabitación con el crimen. En el anterior proceso, la información que enviaba a la Moncloa estaba tan condicionada por sus deseos que motivó que Zapatero metiera la pata la víspera del atentado de Barajas. ¡Menuda información de quien estaba reunido con Otegi mientras los terroristas accionaban el detonador! Eguiguren vuelve una y otra vez a la palestra para insistir en la obligación del Gobierno y de la sociedad de ponerle las cosas fáciles a Batasuna y ETA. Mi tesis es la contraria.

XNO CREO QUEx sea buena idea facilitar la labor de Batasuna y allanarle el camino a ETA. Y esto por tres razones. La primera, porque las cosas que no cuestan esfuerzo no las valora quien las protagoniza. Batasuna tiene que tener el coraje para enfrentarse a la banda; solo así podremos estar seguros de la sinceridad de sus actitudes. Segunda: los criminales no van a dejar de serlo por convicción ética, sino por conveniencia política. Tercero: el sufrimiento que ETA ha proporcionado a la sociedad española tiene que tener una dosis de castigo y una exigencia de arrepentimiento, porque esta historia tiene que quedar escrita con el mensaje claro para el futuro de que 50 años de dolor no pueden salirle gratis a nadie. Aplicando la doctrina Eguiguren con una cierta hipérbole, podemos acabar premiando a ETA porque deje de matar, dejando la puerta abierta a que el crimen se reorganice dentro de unos años, porque lo que ellos llaman "conflicto político" no se resuelva a su gusto.

Hay una gran diferencia con el pasado. Hubo casi un consenso general --y sobre todo de muchos intelectuales orgánicos-- de que la negociación era una necesidad del Estado y no de ETA. Decían: "Como ETA es un terrorismo con fuerte soporte social, hay que ceder porque policialmente nunca se acabará el problema". El análisis era y es falso. Y la prueba es que cuando se ha adoptado una política coherente, continua, sin sobresaltos, y una acción eficaz de los servicios de inteligencia, ETA se sitúa en un punto de debilidad cercano a la extinción. ¿Por qué entonces ponerle fácil lo que está abocada a hacer de todas maneras?

No hay conflicto político en Euskadi. Esta es la base de las pretensiones de Batasuna y ETA de tener derecho a una negociación. Hay que negar la mayor y cerrarse en banda a la intervención de mediadores internacionales, salvo que lo sean para controlar la disolución de la banda y la entrega de las armas. Internacionalizar el conflicto y equipararlo con el proceso irlandés es otra trampa en la que el Estado español no puede caer. No hay paralelismo con un país conquistado durante siglos a sangre y fuego con lo ocurrido en Euskadi.

Si ETA quiere volver a matar, que lo haga. La ecuación falsa de que evitar una sola víctima justifica una negociación se podría aplicar a muchos otros aspectos de la sociedad, por ejemplo, a los delincuentes organizados: ¿por qué no pactar con ellos para que dejen de actuar? Seguramente salvaríamos la vida de algunas personas. El Gobierno socialista de Euskadi está mejorando la calidad de vida sin necesidad de hacer ninguna concesión a ETA.

La dignidad de las víctimas y el carácter de solución final del terrorismo exigen que sea imposible que los etarras regresen a sus pueblos como héroes. Una dosis de humillación de los terroristas es imprescindible para que la ejemplarización quede como seña de identidad de este final. La exigencia de que pidan perdón claramente a las víctimas y se comprometan con el pago de las indemnizaciones son condiciones imprescindibles que no se pueden soslayar. Hay que terminar con el terrorismo sin que quede la menor duda de que nunca ha tenido la más mínima justificación.

Eguiguren insiste una y otra vez en que la democracia será más completa con los independentistas en las instituciones. Ya los hay: está Aralar y nadie le puso una alfombra. La democracia sería más perfecta con muchas minorías que no tienen sitio. Por qué hacerle la ola a Batasuna, si el interés es de ellos. El camino está trazado: que ETA entregue las armas o que Batasuna condene sin paliativos y sin trampas el terrorismo. El favor que les hace la sociedad es permitirles el arrepentimiento. Si se mantiene la firmeza actual, el final es solo cuestión de no mucho tiempo. Si Eguiguren quiere pasar a la historia, todavía tiene tiempo de optar al Premio Nobel de física nuclear.