Autor teatral

Mientras espero paciente a la gripe, echo un vistazo al futuro, que como su propio nombre indica está por venir. No es que me haya vuelto adivino, no, es que esta lluvia de muerte en la carretera trae además de accidentes, presagios mojados en sus gotas de lluvia.

Quizá la zozobra otoñal que bambolea mi alma haya sido la lectura de una historia tan hermosa como desgraciada: Pretérito Imperfecto , de Pilar Galán (De la Luna Libros). No es sitio ni hay espacio para contarles cómo se beben sus páginas. Pero sí recomendarles que se adentren en la vida de Carmina y comprenderán por qué la traigo a colación, a las dos, a la autora --la voz que cada vez se oirá más--, y la protagonista. Dicho lo cual, se nos viene o ya la tenemos encima, la enfermedad y decrepitud de Su Santidad el Papa. Yo no sé si es santo, pero sí que es mortal y no comprendo que, en su estado de divina decadencia, lo tengan de aquí para allá, cuando no puede ni con su alma.

Dicen que ser Papa no es ser funcionario, pero la empresa que dirige su Santidad sí está llena de ellos y de una millonaria clientela que necesita de una cabeza fría y despejada y no de un pobre hombre que está para acabar sus días en paz. Recen los que tengan que rezar, que yo le deseo todo lo mejor, aunque quizá ya sea demasiado tarde.

Pero no todo es malo en lo que se nos avecina, como, verbigracia, la espera de una televisión autonómica, que sintetiza y desarrolla una identidad cultural, social y extremeña, a la que esta tierra tiene derecho. Jamás he visto más consenso entre los extremeños que en el pedir una voz propia que nos haga reconocernos a nosotros mismos. Una TV pública y plural, desde luego, pero con acentos y realidades que sólo a nosotros puedan interesar. A ver si hay suerte. Vendrán también las voces atipladas y amenazantes de las elecciones generales: ondear banderas, himnos de unos y otros, promesas del edén y esperanzas de cielo. Y con la llegada de éstas, la ida de Aznar, dejándonos huérfanos y viudo: nosotros y Bush.

Llegará con la lluvia Ana y los 7, el coñazo más simplón desde que la tele es tele, pero al que la protagonista le da salsa picantona fuera del guión, entre amoríos y revolcones. Y el fútbol, con más ligas que una corsetería, para azuzar broncas y desencuentros en unos encuentros que no nos llevan a nada. Y los santos y difuntos, con la romería a los cementerios y, de paso, competir en flores. Amenazaran las navidades, con sus miserables mensajes de paz y amor: programas solidarios, villancicos de pastores; turrones, muñecos y El Corte Inglés que te desea lo mejor.

Jesús, qué acojono. Si pudiera hibernaría y dejaría el despertar para cuando el calor nos achicharrase de nuevo. Por lo menos, éste trae imágenes de playas y cuerpazos y los chiringuitos son la única verdad tangible. He avisado y el que avisa no es traidor. Ahora, cada cual que capee el temporal y la gripe como pueda. ¡Suerte!