TLtos aires que vienen de Portugal nos traen más que cenizas y una espesa capa de humo: la moral de un pueblo se desmorona mientras el Gobierno sube los precios y no acierta a atajar el tercer año consecutivo de incendios incontrolados y devastadores.

Hace apenas unos meses todas las miradas se fijaban en una nueva generación de jóvenes políticos como José Sócrates , pero no ha pasado ni medio año y las presidenciales próximas tendrán como protagonistas a dos jubilados como el ex primer ministro Cavaco y al octogenario Mário Soares .

Todo hace indicar que se trata de una huida hacia la nostalgia como forma de superar el desastre. Portugal es un pueblo que durante tiempo esperó el regreso de un rey que se perdió en la niebla. Aquel hecho fraguó el sebastianismo, una especie de tristeza y pesadumbre mezclada con cierta esperanza en la vuelta del libertador.

Dejar el futuro en manos de las viejas glorias del pasado puede ser un remedio casero para superar la depresión colectiva, pero el desempleo, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y la incertidumbre a la hora de reformar y reactivar la Administración necesitarán mucho más que mitos y leyendas.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos