Duro, durísimo tiene que estar siendo para esa chica, que con expectación de todo y de todos está siendo expuesta a todo tipo de espectáculo en una supuesta victimización de sus agresores, definidos, como la manada, por unos hechos ocurridos en unas fiestas populares en el norte de España. La presunción de inocencia como derecho fundamental está garantizada, -debe estar garantizada en un estado de derecho- y todos hemos de colaborar en ello. Al mismo tiempo, al margen de otro tipo de consideraciones, o relacionamiento con actuaciones de la propia víctima, que en eso parece estar todo claro, se está describiendo una conducta intolerable por parte de cinco varones, más o menos, enjugados por el alcohol, pero no subyugado por el mismo. Situación ésta que nos espeta una realidad, sobre la que no hay que frivolizar, ni contemporizar con este tipo de comportamientos tan salvajes, como decepcionantes de cara a la dignidad humana; y en este caso, a la dignidad e integridad de una mujer.

El gran carnaval configurado en torno a este caso nos llena de vergüenza hacia este tipo de conductas, y que puedan darse con una frecuencia incomprensible en nuestros días. ¿Qué podemos esperar de tamaño comportamientos? Nunca una celebración o evento festivo puede encubrir o contextualizar estos hechos. Realizados en manadas, y desde luego prevaliéndose de fuerza -cinco contra una-, y menos a costa de la indignidad de sus derechos.

Los medios están trasladando a la opinión pública unos hechos que, desde el punto de vista, de la dignidad humana deben ser reprobados de tal manera, que provoque tal repulsa que no quepan ningún atisbo de utilización y minimización. Toca con las entrañas más profundas de la condición humana y que tiene que ver con la mayor de las humillaciones infringidas a una mujer, por mor de no se qué tipo de razones a unos tipos que singularizan la barbarie de un comportamiento, bajo, quizás la coartada del alcohol.

Resulta tan despreciable como irreversible respecto las consecuencias sufridas por una persona atacada por un grupo de tipos, que la toman como rehén y presa de sus juegos. Es difícil entender los hechos, y poder explicar estas acciones. Pero reprobarlas siempre, y erradicarlas de cualquier manifestación que pudiera producirse en el entorno de unas fiestas. Ni las luces, ni el sonido de la música, ni la proliferación de copas pueden justificar avasallar la dignidad y la integridad de una mujer. El número de la manada califica por sí solo los hechos que magnifican la situación de rehén de la mujer.

La actitud cívica de una sociedad nos traslada un conjunto de valores, que conforman la convivencia entre personas, sin que para ello quepa duda alguna respecto a despreciar decisiones que tienen que ver con la dignidad y la integridad del ser humano. Y el ejercicio de la fuerza, que consecuentemente tienen que ejercer, por la vía de los hechos, cinco tipos ya anticipan un resultado denigratorio. Se puede decir ‘No’ y se puede ejercer el derecho a no ser agredida, y este tiene que ver con la situación de defensa que toda la sociedad debe de proteger ante estos hechos, tan deleznables. Y es que en esas circunstancias la decisión de esta chica es manejada de la manera más inhumana posible. No caben decisiones equívocas cuando una se siente agredida por el empuje de la fuerza de cinco tipos, destinados a hacer valer esa fuerza, y borrar cualquier tipo de criterio y decisión de la víctima.

Podemos fabular sobre lo que consideres, el ámbito de la justicia determinará sobre hechos y comportamientos. Y la sociedad debiera persistir y resistirse a asumir este tipo de conductas, para que se persigan, en el contexto de liberar a esta sociedad de la barbarie de la violencia por mor de comportamientos salvajes, nunca tolerables, y nunca bajo el chantaje o de la justificación de un comportamiento sobrepasado por el efecto del alcohol. Y es que el alcohol llega al cuerpo, pero no determina el salvaje comportamiento de agredir sexualmente a una mujer.