El 30 de diciembre del 2006, ETA ponía punto final al proceso para una conclusión dialogada de la violencia con el atentado de la T-4 de Barajas. Aunque formalmente la organización armada no dio por finalizado el mismo hasta el comunicado del 5 de junio del 2007, donde daba por terminada la tregua a las cero horas del día siguiente, y que todavía, en mayo, se habían mantenido reuniones en la Fundación Henry Dunant (Suiza) entre ETA y enviados del Gobierno español --sin capacidad de tomar decisiones--, lo cierto es que, después de Barajas, el proceso estaba muerto. Incluso los mediadores internacionales que habían actuado como asesores de Batasuna lo tenían claro cuando afirmaron que ningún gobierno de un Estado de derecho y democrático puede asistir impasible a la colocación de media tonelada de explosivos en un aeropuerto internacional --con el resultado de dos muertos-- y seguir las conversaciones como si nada hubiera ocurrido. Y esa brutal y negativa experiencia va a estar en la base de cualquier nuevo intento como el que parece abrir el comunicado adelantado en forma de vídeo a la BBC. El Gobierno no moverá ficha si no se produce y se verifica el abandono de las armas.

XLA SITUACIONx actual no es similar a la del 2006. En primer lugar, ETA se encuentra ahora mucho más debilitada, sin apenas capacidad operativa, gracias a la colaboración de las fuerzas de seguridad españolas y francesas (y de Portugal cuando intentó consolidar una nueva plataforma operativa en ese país), con una dirección disminuida y muy dividida, sin mínimas garantías de seguridad en el antes santuario francés (el asesinato, en marzo, de un gendarme cerró todas las puertas que permanecían abiertas), con la oposición de la izquierda aberzale, de los mediadores internacionales y de un número cada vez más elevado de presos históricos que se han separado de la organización y que abogan por abandonar las armas e incluso, en algunos casos, por ofrecer mecanismos de reparación a las víctimas, y con el rechazo frontal y transversal de la violencia por parte de la sociedad vasca. En suma, tras el comunicado del domingo toma pleno sentido la reflexión que hizo Eugenio Etxebeste , Antxon , que fue uno de los negociadores en las conversaciones de Argel de finales de los 80, tras las detenciones de Bidart en 1992: "Perder la batalla militar no debe significar perder la batalla política, para que a su vez no signifique perder la guerra ideológica". Pues bien, la batalla militar en que se había empeñado ETA parece ya definitivamente perdida y la batalla política, como ha comprendido muy bien la izquierda aberzale, está a punto de perderse si Batasuna no recobra la legalidad antes de las elecciones municipales y forales de mayo del 2011 o de las elecciones al Parlamento de Vitoria en el 2013.

El comunicado ha sido recibido, sin embargo, con escepticismo por parte de la sociedad y los partidos políticos dada la ambigüedad del texto, que solo se refiere al cese "de las acciones armadas ofensivas", y la falta de concreción sobre la vigencia de la nueva tregua. Es evidente que el Gobierno, más allá de mantener abiertos los canales de contactos surgidos en el anterior proceso, no responderá debidamente a una declaración de alto el fuego "permanente y completamente verificable" que no se ha producido tal y como exigían los mediadores y asesores próximos a Batasuna y los firmantes de la Declaración de Bruselas del pasado marzo, entre los que se encontraban cuatro premios Nobel de la Paz.

¿Cómo cabe esperar, pues, que evolucione la situación creada tras el comunicado? La situación más optimista es que estamos en el primer paso del final de la violencia. Si el comunicado es fruto de una decantación en la lucha interna en la dirección de ETA --las detenciones producidas después del atentado de la T-4 se han centrado en el sector más duro-- que supone una victoria provisional de los dirigentes dispuestos a poner fin a la lucha armada, cabe esperar nuevos comunicados que, bajo la tutela de Batasuna y de los mediadores internacionales, desemboquen en ese alto el fuego permanente y completamente verificable que pedía la Declaración de Bruselas. El comunicado pretende legitimar el capital histórico de la organización, pero, en realidad, apuntaría hacia una desactivación definitiva de la violencia.

El escenario pesimista es que, a pesar de las intenciones de Batasuna de desmarcarse de la violencia, ETA no estaría dispuesta a seguirla en esta vía aunque con ello perdiera el resto de apoyo social que aún le queda en la izquierda aberzale. En este supuesto, el comunicado sería una cortina de humo para ganar tiempo, intentar disminuir la presión policial y reorganizarse. Paradójicamente, sería también el final por la vía de la grapización o de la implosión ya que, en estas circunstancias, una organización armada independentista, más allá de acciones marginales aunque dolorosas, no tiene futuro. Todo parece apuntar, pues, al primer escenario, lo que, sin duda y pese al escepticismo, abre una puerta a la esperanza.