No es cierto que la violencia de género no haya existido hasta ahora en que la mujer ha decidido no seguir formando parte de ese patriarcado que nos impusieron. Este tipo de violencia se ha producido a lo largo de la historia, pero hasta hace muy poco, fue un tipo de violencia encubierto. Los códigos civiles y penales diferenciaban claramente este tipo de violencia de otro ejercido desde fuera del territorio doméstico, y este, era considerado de ámbito privado, como si el jerarca tuviera todo el derecho sobre la mujer a la que había desposado. Hay documentos que dan testimonio de la situación por la que ha pasado la mujer a lo largo de la historia, y hasta alguna iglesia recoge en sus pinturas pruebas de esa violencia de género. Necesitaremos muchos años para desterrar los roles de la abnegada esposa, y buena madre que debía obediencia al marido, al que no sólo debía respeto, sino que había de servir cual si se tratara de una fiel esclava, ya que era él quien daba sustento a la casa, y al terminar la jornada había que procurarle el descanso al guerrero. La faena de la mujer no importaba, la pobre había nacido más limitada, y su papel se reducía a ser una esposa modelo y una madre generosa y abnegada. Hasta hace apenas una treintena de años las únicas mujeres que trabajaban fuera de hogar eran enfermeras, secretarias, maestras... pero eso sólo hasta que eran madres, ya que a partir de ahí, estaban obligadas a abandonar sus carreras profesionales o, con un poco de suerte, a posponerlas, porque los maridos estaban exentos del cuidado de los hijos, solo contribuían a hacerlos, luego que los criase la madre que para ello había sido educada. Y pobre de la que llegada a una edad no había conseguido el fin para el que estaban destinadas, que en el mejor de los casos eran consideradas como las solteronas, y en el peor eran discriminadas por el mero hecho de no haber encontrado un hombre que les hubiese hecho el favor de dar protección y cobijo, y por supuesto, a tomarse la justicia por su mano, en caso de sentirse ofendido por algo que viniese de la mujer, ya que ésta. al fin y al cabo, era un subproducto masculino. No sólo las mujeres no contaban para nada, sino que en asuntos de sexo, no podrían demostrar placer o interés, ya que eso en ellas estaba considerado pecado mortal, y sólo estaban autorizadas a obedecer y practicar sin chistar los deseos de su marido, fueran los que fueran.

XDE ESTAx subordinación no hace tantos años, y hay madres y abuelas que pueden dar fe de ello. Y a pesar de los avances sociales en este terreno hay cosas que se han quedado estancadas, que parece pasan desapercibidas o que no tienen importancia y por eso en fechas señaladas; reyes, cumpleaños o comuniones a las niñas se les sigue regalando muñequitas y a los niños balones y cochecitos, y eso que cada vez hay más conductoras y más chicas que destacan en los deportes, pero de alguna manera seguimos empeñados en hacer estas distinciones en función del sexo de los niños. Y a fomentar esas diferencias contribuyen también los centros comerciales que persisten en elaborar folletos publicitarios de juguetes en función de las diferencias de sexo, y las páginas se dividen en dos colores, el rosa dirigido a las niñas donde aparecen; muñequitas, maquillajes, enseres de peluquería, cocinitas, y en las páginas de color azul que las rellenan los coches dirigidos, las maquinitas, los balones de reglamento, o lo propio para que juegue el varoncito de la casa.

Y por último, la ñoñería de alguna campaña política donde aparecía una niña como una princesita de cuento a la que había que proteger. Y lo malo es que más veces de las que quisiéramos los príncipes de los cuentos no existen o se acaban convirtiendo en ranas. Parece una incongruencia que en un país, que ha dado prioridad a las leyes en pro de la igualdad, no cambiemos ciertas cosas que de forma subliminal siguen fomentando las diferencias Y también es absurda la mentalidad arcaica que muestran algunos políticos que no llegan a alcanzar que no necesitamos a ningún guerrero, que llevamos muchos años procurando tener el respeto que nos merecemos después de tantos siglos de sometimiento a otras personas cuya única diferencia ha sido el sexo, que no el seso que es lo que parece faltarle a algunos.

*Responsable Políticas parala Igualdad del PSOE.