El año empezó con manchas de sangre en el vestido nuevo. Dicho así, parece la banalización de un suceso injustificable, pero es una gran tristeza: en la primera semana del 2010 ya hubo dos víctimas mortales a causa de la violencia de sexo. Una mujer en Sevilla y un hombre en Madrid fueron asesinados por sus respectivas parejas. Son manchas de sangre que no se pueden limpiar, ni eliminar, ni borrar, y que ensucian la existencia humana, nuestra alma, nuestro corazón; afectan a la sociedad entera. ¿Vamos a seguir viviendo con esta suciedad? Esta lacra de violencia doméstica la estamos arrastrando desde que el mundo es mundo, pero, a medida que la humanidad avanza y evoluciona, deberíamos haberla superado ya. Además de constituir un delito y el dolor que causa, la tragedia de la violencia de género supone una gran injusticia, ya que nadie tiene derecho a quitarle la vida a un semejante.

Somos personas, mamíferos racionales, pero a veces parecemos irracionales. Hay que mirar más allá de nuestro egoísmo, tener la mentalidad abierta y comprender y respetar a los demás. En el 2009 fallecieron 60 mujeres a manos de sus maridos, compañeros o excompañeros; este año, en solo una semana, una mujer y un hombre. La atrocidad de estos crímenes ya está igualada. Hacía tiempo que no ocurría lo contrario de lo habitual: que una mujer matara a su marido, aunque todos suponíamos que, un día u otro, tenía que ocurrir. Fue un caso de supervivencia, de defensa propia. La mujer maltratada o amenazada solo tiene dos caminos: huir o defenderse. Aun en las peores condiciones, la vida es el máximo tesoro, por lo que no debemos creer que perderla es una liberación.

Gloria Fandos **

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