Sorprendido estoy con Pedro Sánchez y su posición constitucionalista de esta semana. Su visión federal de España y su acercamiento a Podemos en contraposición al Susanismo daba a entender hasta ahora que ni estaba ni se le esperaba para responder a la cuestión de Cataluña. Pero mira tú por dónde que el miércoles salió a la palestra para decir que iba de la mano de Rajoy para restablecer la legalidad y que, a cambio, le había arrancado al presidente del Gobierno el compromiso para abrir la reforma de nuestro actual marco constitucional a través de una comisión que revise el estado autonómico. Cambio radical para posicionarse ante una España revuelta por toda esta crisis en la que andamos metidos desde el 1 de Octubre.

Pedro Sánchez ha hecho un viraje, de eso no cabe duda; se ha puesto el traje de hombre de Estado y se ha situado del lado del Gobierno, lo que ha permitido, primero, que la vieja guardia del PSOE le ceda el paso en los planteamientos del partido;; y, segundo, que una ciudadanía confundida con la sinrazón de unos y la respuesta desmedida de los otros tenga ojos para una tercera persona que lleva a gala el diálogo y la mediación. Ello supone, por el contrario, desorientar a quienes le apoyaron en el proceso de primarias y, a la vez, dar un revés a su acercamiento a Podemos, lo que de paso traerá consecuencias a nivel nacional y autonómico.

Rajoy necesitaba jugar su papel, pero requería ante Europa y la esfera internacional presentarse de la mano del otro gran partido nacional que es el PSOE para hacer ver que el desafío independentista no es un problema del PP, ni siquiera del gobierno, sino de una cuestión del Estado, el cual no va a consentir ni chantajes ni cuestionamientos de su orden constitucional. La ley está de su lado, pero el refrendo de la misma exige un respaldo conjunto de los dos grandes partidos antes que nada y después de todos aquellos otros que se quieran sumar.

Hay que tener en cuenta que estamos en la táctica marianista que consiste en esperar el error del adversario o actuar pero con temple calmado. Ello lleva implícito una aplicación del artículo 155 pero en versión light, lo que he de decir que no sé a ciencia cierta cuál va a ser su efectividad, pero aquí no pierde Pedro Sánchez nada, sino todo lo contrario dado que se sitúa en la esfera de una hipotética alternativa para la Moncloa.

Coquetear con la independencia de Cataluña e intentar sacar de ella un rédito electoral podría ser catastrófico para el PSOE dado su electorado españolista situado en buena parte del territorio nacional. «¡Menos mal!», habrán coreado miles de alcaldes socialistas tras oír las palabras de su líder. No en vano, Ciudadanos era hasta ahora el partido que más estaba subiendo en las encuestas como consecuencia de su claro enfrentamiento a los independentistas de un partido español nacido en Cataluña pero con una visión nacional y europea. Podemos, por el contrario, lo ha situado el imaginario colectivo del lado de Puigdemont. ¿Consecuencias? Aún es pronto para saberlo y uno no es adivino, pero la formación morada deberá modular su mensaje e introducir la palabra ‘España’ en su discurso si quiere seguir contando con los 5 millones de votos cosechados en los últimos comicios donde cabían simpatizantes, pero también muchos españoles cansados de la vieja política.

¿Qué va a pasar mañana? ¿Cuál va a ser la contestación de la Generalitat a la pregunta de Rajoy sobre si ha declarado o no la independencia? La respuesta está en la cabeza de Puigdemont y de sus socios, pero nadie espera un ‘sí’ rotundo después de lo vivido en el Parlamento catalán el martes donde todavía hoy hay diferencias a cerca de lo qué ocurrió de verdad. Un ‘no’ difuso o una respuesta que deje abiertas todas las puertas parece lo más probable después de la presión empresarial y financiera vivida en los últimos días, que ha supuesto la salida de más de 500 firmas de Cataluña, y el nulo reconocimiento internacional cosechado en todas las esferas.

Lo que sí parece claro es que vamos a unas elecciones autonómicas anticipadas. O las convoca Puigdemont como salida a esta crisis donde no cabe tirarse por el precipicio para morir del trompazo o lo hace el propio Rajoy como consecuencia de la aplicación del artículo 155. De una u otra manera los catalanes pasarán por las urnas nuevamente y decidirán en clave electoral qué salida prefieren a esta contienda con el Estado. De su resultado habrá muchas lecturas, pero la principal será saber si se ha superado el cisma o, por el contrario, se ha enfangado aún más.