El pasado fin de semana he visitado Cáceres. Decidí dedicar los tres días festivos a recorrerme sus calles, sus palacios, iglesias y demás monumentos. Quería tomármelo con calma y absorber cada rincón, disfrutar sin prisas y aprovechar todos los momentos. Y, claro que lo pude hacer, pero me sobraron horas (por no decir días).

Resulta que la ciudad monumental, la joya de la capital cacereña, se ve casi en un pispás porque la mayoría de los edificios de ese entorno patrimonio de la humanidad no es visitable. El atractivo exterior es inmenso y se te encoge el alma con tanta belleza, y tan bien conservada, pero la chicha de su interior parece que sólo se encuentra a la alcance de unos privilegiados.

Esto ha permitido que, en el mismo viaje, conozca también el Valle del Jerte, que está impresionante, pero mi intención era imbuirme de una ciudad monumental considerada como una de las mejores del mundo por su conservación.

A quien corresponda, animen a los propietarios a enseñar su patrimonio al turismo.