La visita a Madrid de Colin Powell ha puesto de relieve que los puntos de vista entre Washington y Madrid coinciden más allá de lo que cabía esperar tras el final de la guerra de Irak. La subordinación española a los criterios de Bush se extiende a todos los ámbitos, desde la administración de Irak al papel secundario que debe desempeñar la ONU, sin olvidar la consolidación del vínculo transatlántico frente a cualquier veleidad de autonomía en Europa. La única divergencia podría producirse en la aplicación de la famosa hoja de ruta, el plan para desmilitarizar la Intifada, colocar a Arafat en el limbo y establecer un Estado palestino económicamente inviable y estratégicamente dependiente.

Powell no hizo escala en Madrid sólo para agradecer el apoyo incondicional del Gobierno español en el conflicto iraquí, sino para prevenir las disonancias en el asunto más conflictivo, el de Palestina. Los voceros de la Casa Blanca ya propalan que la hoja de ruta es sólo una respuesta a la peligrosa desesperación árabe-musulmana y un instrumento poco eficaz para aplacar a Blair y Aznar. El secretario de Estado vuelve, pues, a predicar el consenso, pero al final ganan sus adversarios del Pentágono y los aliados de Sharon.