Estoy en La Codosera y no sé dónde se habrán metido esos miles de turistas. Esos que acudirían en masa a dejarse los dineros en la gran superficie comercial que podría construirse y abrir dieciséis domingos y festivos al año. Lo mismo estarán preguntándose en Cedillo, Zarza la Mayor o Valencia del Mombuey, que por ser fronterizos, y en virtud de una ley y de la decisión de algunos jueces, son de por sí, por estar junto a la Raya, municipios de gran afluencia turística.

Bromas aparte, porque no estoy en La Codosera, lo sucedido esta semana en cadena, Extremadura dos, Cáceres y Badajoz, con sentencias del Supremo en el mismo sentido, la primera por ser Patrimonio de la Humanidad y la segunda por ser frontera, como La Codosera, lo ocurrido de que el Supremo le diga a la Junta, y a sus propios compañeros jueces de Cáceres, que sí, que zona superturística, y llenas automáticamente las grandes superficies comerciales, es un sainete producto fundamentalmente de una ley nacional, de Zapatero, sin el desarrollo y detalle correspondiente.

Los jueces del Supremo se han agarrado a la literalidad del texto de 2004, de la Ley de Horarios Comerciales, para decir que no es interpretable ni hacen falta datos para demostrarlo; que si una localidad es patrimonio de la humanidad resulta ser objetivo de gran afluencia turística, y que lo mismo si eres fronterizo, lo cual es ya totalmente discutible aunque no en el caso de Badajoz, una ciudad grande para nuestro entorno, y potencia comercial en un área amplia luso-española.

En su día el Gobex del Partido Popular con Monago a la cabeza, y de socios los alcaldes populares de Badajoz, Cáceres y Mérida, puso alfombra a las grandes superficies comerciales para exprimir la ley nacional al máximo, que permite seis festivos más sobre los diez que de forma restrictiva decidió la Junta dentro de su margen.

Seguramente Badajoz es la única ciudad que podría justificar esa ampliación, por su atractivo comercial. Los turistas que van a Cáceres, o Mérida, patrimonios de la humanidad, en modo alguno usan su tiempo en coger el coche, si lo han traído, para acercarse a las grandes superficies de las afueras, ni nunca han considerado ese elemento comercial como aliciente de la escapada a ciudades monumentales; si compran es en sus paseos por el centro, por las calles comerciales, precisamente las que están en contra y son perjudicadas en la liberalización de horarios. Esas tiendas, de menos de 300 metros, pueden abrir los domingos que quieran, y no lo hacen porque no les tiene cuenta.

Por otro lado, habría que reflexionar sobre el esfuerzo para dejar, a algunos, abrir más domingos, en un momento en que todo el comercio en general sufre la competencia de las ventas online, de las que solo se salvan la alimentación y parte de la confección.

Mas no se trata solo de una cuestión económica, sino de modo de vida. El tema se viene debatiendo en el Parlamento regional, la Asamblea de Extremadura, desde hace década y media, y en su día la izquierda manejaba, en contra de la libertad total, argumentos ideológicos, trascendentales, filosóficos si cabe decir: ¿la felicidad del extremeño medio estriba en pasar sábados y domingos en el hipermercado? ¿En ser hasta sus últimas consecuencias eslabón de un sistema materialista y consumista? Producir, consumir, producir, consumir toda la semana sin descanso... ¿Aparcamos la cultura, el arte, la convivencia, participar y construir una sociedad civil, la única propia del individuo, en los ratos libres? Echo de menos aquellos planteamientos y reflexiones, esta cuestión también contiene ideología y política.

Pero sí veo a políticos y políticas que reclaman actividad comercial por razones de empleo y riqueza, pero rechazan ni considerar -debatir, escuchar, analizar, sopesar, amoldar, y rechazar si lo merece pero después de todo eso-- actividades industriales y de transformación. Que pactan una ley de parques de ocio pero se burlan del presunto fracaso de la misma. Que dicen sí a una industria y luego no; o no, y luego sí, como fue el caso de la refinería, cuando era tarde. De todo eso conversaba días atrás el presidente de Diputación Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, con un grupo de periodistas: en Extremadura no paramos de darnos tiros en el pie.