El espectáculo dado por el Partido Popular el pasado jueves en la Asamblea de Extremadura, al votar la reprobación política de su diputado Juan Antonio Morales -él también lo hizo-, pero no dar de momento ninguna muestra de que la exaltación franquista no le va a salir gratis, solo deja una grietita de esperanza, y que es que no todos dentro de él, afortunadamente, piensan ni obran igual.

Para subrayar la esquizofrenia del asunto, que atañe a toda España, baste recordar las palabras del diputado socialista Fernando Ayala en ese mismo pleno parlamentario. «¿En Alemania le podrían dar a alguien la medalla de honor de la fundación Adolfo Hitler? No, porque no puede existir la fundación Adolfo Hitler». Aquí sí, aquí la Francisco Franco sigue recordando y celebrando al protagonista de una dictadura cuya justicia se cerró en falso y hay pocas esperanzas de que se reabra.

Ver tragar quina al presidente regional del PP José Antonio Monago, y también a su lado a la portavoz parlamentaria Cristina Teniente, que se manifestó tajantemente en contra de estos espectáculos anacrónicos, nos transportó al valor que tiene un Parlamento en el que se dirimen cuestiones importantes, como es si un país ha hecho justicia con su pasado, o sigue discriminando a las víctimas entre las de derecha o izquierda; tan importantes cuestiones como otras que tratando de minusvalorar el asunto citaba el portavoz del PP para el asunto, Miguel Canter<b>o</b>, como son la sanidad o el desempleo.

No me cabe la menor duda de que este, el de Juan Antonio Morales, y el del alcalde de Guadiana del Caudillo Antonio Pozo, como el de la alcaldesa de Alberche del Caudillo (Toledo) también premiada por los franquistas, es un grano gordo no solo para los populares extremeños, sino para la cabeza nacional del partido en Génova.

Estoy seguro por tanto de que entre todos están buscando una salida, que no se produce de momento porque ese código del marketing político prohíbe dar más alas al adversario cuando éste agita las suyas; las destituciones, en frío. Y está claro que tarde o temprano Morales dejará de ser diputado, y en cualquier caso su nombre no estará en las listas de 2019.

La acrobacia -los adjetivos políticos y morales ya se vertieron en el pleno por parte de la oposición- de los populares es sideral, y ahí sigue un Morales sin que nadie le tosa en un período precongresual de su partido en el que está claro que los Manzano, Teniente, o Carrón, no andan por el mismo camino; les invito a ver en el vídeo de ese pleno la cara de pocos amigos que ese último pone cuando Morales intenta bromear con él en el momento de las votaciones.

Lavan muy poco la política estas contradicciones -reprobar pero mantener- que inevitablemente llevan a la lectura: “¿Qué sabrá, que no le pueden echar?”.

Por una vez la izquierda estuvo unida. No era momento para discutir sobre las virtudes y lagunas de la Transición, dijo cabalmente Álvaro Jaén, de Podemos. Todos, también frontalmente Ciudadanos en una instantánea personal que ofreció Victoria Domínguez, contra los nostálgicos de los tiempos negros, que han sido condenados formalmente y en esta misma sesión por la representación popular de los extremeños, su Asamblea.

Una izquierda, por el contrario, que corre el gran riesgo de regalarle otra vez Extremadura al Partido Popular, o de desencadenar una tormenta negociadora si entre ambos son capaces de impedirlo tras las elecciones de dentro de dos años. Una izquierda tradicional con muchas dificultades para renovarse, y una renovada que demasiado pronto aplica interna y externamente métodos nada recomendables de la tradicional.

Eso en una Extremadura con problemas económicos, frente a una España media en la que los votantes han comprado la mercancía de la mejoría.

* Periodista.