Los no siempre bien tratados ni bien utilizados voluntarios que trabajan desinteresadamente contra el fuel merecían el agradecimiento que les dedicó el Rey en Nochebuena. El voluntarismo es uno de los mejores activos del modo de vida actual. Siempre ha existido gente volcada en la solidaridad. Antes, y también ahora, en muchos casos con motivación religiosa. Pero el desarrollo moderno del voluntariado responde a criterios civiles mas amplios. Barcelona y Sevilla, por ejemplo, movilizaron en el 92 a miles de personas que deseaban simplemente ser útiles a su ciudad. El fuel impulsa a una cantidad formidable de individuos a no permanecer pasivos ante el drama de los gallegos o ante la agresión sufrida por el medioambiente.

Pero la actuación de los voluntarios no debe servir de pantalla para ocultar que el Estado tiene unas obligaciones de previsión, de actuación en momentos conflictivos y de respuesta organizada posterior que en Galicia han dejado mucho que desear. Y, encima, algunos mandos han tratado a los voluntarios con cierto desdén --al acogerlos, al cobijarlos, al ponerles a trabajar-- por su condición de testigos libres e incómodos de la floja respuesta de las administraciones responsables. La ingratitud política a veces no tiene límite.