XDxespués de muchos años proclamando las virtudes y maravillas de la mal llamada sociedad del conocimiento, tras haber realizado un esfuerzo económico ingente para llenar de ordenadores las aulas y ampliar los títulos universitarios hasta doblar la oferta inicial, después de un sinnúmero de iniciativas, ahora viene el poder político a decirnos que la Educación está muy mal y que pretende abrir debates y emprender acciones para intentar poner remedio a esta situación.

Que la Educación caminaba hacia el desastre ya lo estábamos señalando algunos hace tiempo y se pueden consultar las hemerotecas para comprobarlo. Recientemente, en estas mismas páginas, este que se dirige a ustedes llamaba la atención una vez más sobre el asunto como hago ahora. Ahí están las actas de reuniones departamentales, de juntas de centro en los institutos de Enseñanza Secundaria o del consejo de gobierno en la universidad para demostrar qué alto porcentaje de profesionales lleva tiempo preocupado por el devenir lamentable de la Educación.

Pero, hasta hace muy poco, no se quería reconocer o simplemente se eludía por parte de los políticos lo que era meridiano: que estábamos fracasando estrepitosamente. Mientras tanto se nos prometían arcadias felices y nos vendían revoluciones sin cuento, al tiempo que se dejaba escapar la verdadera oportunidad de modernización con las potentes herramientas que la innovación tecnológica propiciaba. El ordenador es un recurso fantástico y hablo desde la experiencia de enamorado temprano de la informática a comienzos de los años 80, cuando algunos de los que hoy nos venden la luna se negaban a utilizar esas máquinas infernales y nos tachaban a los demás de visionarios. Pero el ordenador, por sí sólo, no puede alcanzar el viejo sueño ilustrado de la formación integral del hombre a través de una enseñanza sólida, rigurosa y racionalista, como dice Antonio Muñoz Molina.

Ese sueño está muy lejos cuando contemplamos las paradojas y contradicciones de nuestro tiempo. Además de alcanzar un índice de fracaso escolar escandaloso --que a este ritmo de crecimiento pronto afectará a casi la mitad de los jóvenes escolarizados--, las estadísticas nos dicen que un 40% de los jóvenes ha probado droga dura (sin contar el alcohol o el tabaco que son muy duras también y que, si las incluimos, alcanzamos casi el pleno). También se ha producido un aumento exponencial de las agresiones entre jóvenes o de los jóvenes hacia las personas mayores, a pesar del voluntarismo siguen creciendo las agresiones a mujeres, los abusos sexuales, el porno en Internet (el 85% de las visitas tienen como finalidad el porno y sus derivados), etcétera. Podríamos seguir con estadísticas aún más espeluznantes, pero es innecesario, existe la sensación de que los políticos están levantando una fachada delante del ciudadano para esconder la podredumbre del sistema. Aterra, más que tranquiliza, pensar que la situación en otros sitios es aún peor y, desde luego, no sirve de consuelo.

¿Es esta la sociedad del conocimiento o la de la ignorancia y la estulticia? Resulta una paradoja que nos sigan hablando de la sociedad de la información y el conocimiento y que nos demos cuenta de que ese proyecto no cuenta con todos, que deja fuera a muchos, precisamente a los más necesitados de vencer las poco ventajosas posiciones de partida. Hace años los hijos de la gente humilde se entregaban con ardor al trabajo escolar para mejorar su situación, de esa forma muchos pudimos alcanzar una formación suficiente, pero también la satisfacción íntima de disfrutar de la belleza y del placer conocimiento. Hoy se prefiere dejar a la gente embrutecida con diversiones empobrecedoras y satisfecha con vulgaridades.

Cuándo y dónde se alaba de verdad el conocimiento, cuándo se prestigia el saber, cuándo se considera el esfuerzo como la única vía para configurar una sociedad más libre y con más justicia social. La demagogia hace estragos, se persigue el voto y sólo se conceden dádivas y beneficios palpables, regalías inmediatas. No hay proyecto para formar al hombre cuando podría haberlo mejor que nunca, porque las herramientas con que contamos son más capaces y mejores que en ninguna época anterior de la humanidad.

Oyendo a los políticos decir que la Educación se va al garete (curiosamente mientras se despide con loas a los responsables del desaguisado), le entran a uno ganas de desear que no emprendan nada, porque si la Educación va muy mal, tal vez la acaben de fastidiar y ataquen precisamente los únicos territorios donde aún no ha llegado la demagogia, sobre todo vistos los precedentes. Entran ganas de pensar en aquella frase que todos hemos escuchado alguna vez: ¡Virgencita que me quede como estoy!

La Educación no tendrá remedio mientras no se prime el esfuerzo y se observe el rigor y la disciplina en su mejor sentido, mientras no se dignifique al profesor y se le otorgue la libertad que necesita, mientras no se inculque la pasión por el conocimiento para que éste no sea una frase hecha y sí una forma de distinguir al que trabaja del que sestea, mientras no se desenmascare a tanto vendedor de humo? Pero parece que las cosas no van por ahí. La avalancha de noticias hará que pronto otros asuntos empujen a éstos por el sumidero informativo. Esa desmemoria galopante que sufrimos permitirá mientras tanto a los políticos decir una cosa y la contraria y quedarse tan frescos.

*Catedrático de Historia

Contemporánea de la Uex