La gravísima situación vivida en el aeropuerto de El Prat desde el pasado viernes entró a formar parte ayer del debate institucional se mantiene la confusión sobre las causas del conflicto y los responsables de que se desencadenara sin remedio. No es razonable buscar el origen de todo en el concurso convocado por AENA para adjudicar el servicio de handling, que Iberia perdió. La entidad que gestiona los aeropuertos españoles se ha equivocado muchas veces, pero no en esta ocasión, porque liberalizó un servicio que casi por tradición era responsabilidad de Iberia. Es más exacto culpar a la compañía de no informar de forma clara y suficiente a sus empleados, y a los sindicatos mayoritarios --CCOO y UGT--, a los que están afiliados el 80% de los trabajadores de tierra que Iberia tiene en Barcelona, de haberse dejado arrastrar por la estrategia de una minoría radical. Que ahora se declaren contrarios a una nueva huelga no es ninguna garantía de que no vaya a producirse. Entre tanto, los usuarios que han obtenido algún tipo de reparación o satisfacción por los efectos de la huelga salvaje lo han logrado gracias, sobre todo, a su iniciativa personal. Pero, mientras se sustancian las reclamaciones presentadas ante los tribunales, AENA, Iberia y las asociaciones de consumidores, sujetas a trámites inevitablemente largos, siguen sin obtener garantías de que el caos no se repetirá. Y esa es una responsabilidad ineludible de quienes ahora gestionan

El Prat --la Administración del Estado--, en primera instancia, y de quienes aspiran a hacerlo en el futuro.