Jueves, 31 de mayo, 10.05 de la mañana. Entras en la cafetería donde sueles tomar café todos los días laborables. En la televisión ves a Mariano Rajoy hablando en el estrado del Congreso. Mano izquierda apoyada en el atril; brazo derecho moviéndose en el aire, para realzar sus palabras; mirada cambiante, ahora fija en el papel que sostiene el atril, ahora dirigida a sus escuchantes, que permanecen sentados en sus escaños. Unos con cara de aburrimiento, otros de circunspección, otros gesticulando asentimiento o disentimiento, dependiendo de su adhesión o desafección con al orador.

«No sólo en Cáceres estamos en feria, también en el Congreso», exclama con chanza un cliente. Los demás reís a carcajadas. Otro cliente remata la gracia: «Y con un buen circo». A lo que una clienta con cara de pocos amigos contesta: «Pues la cosa no está para bromas. Entre corruptos, independentistas y farsantes, nos vamos a la ruina». «Si es que estos políticos son todos iguales», responde un hombre ya entrado en años, quizá jubilado.

No, no son todos iguales, piensas tú. Sean de derecha, izquierda o centro. No todos están acusados de corrupción. No todos son unos mentirosos que no cumplen lo que prometen. No todos son unos aprovechados que pretenden vivir la vida padre mientras ejercen la política. No todos son unos ávidos oportunistas que intentan vivir de la política toda la vida.

Ellos no son esos otros ciudadanos de los que hablamos como si fuesen alienígenas que han llegado desde un planeta lejano. Son personas que están ahí porque nosotros así lo hemos querido, votándoles. Y saldrán de ahí cuando nosotros lo deseemos, negándoles el voto. Eso sí, la Constitución debería poner a nuestra disposición un filtro que nos ayudara a deshacernos de los políticos perniciosos. ¿Cómo? Mediante el sistema de listas abiertas.

Cualquier votante podría ser político. Basta afiliarse a un partido, militar en él y presentarse a unas elecciones. Reprobar a los políticos es una obligación que tenemos los votantes, pero siendo justos, no a todos por igual. Porque también existen deshonestos ciudadanos que votan, y eficaces y honrados políticos votados.