Si hay algo que provoca el sopor, la falta de confianza y de interés de los ciudadanos hacia la política es el uso tramposo del lenguaje. Decir sin decir nada, maquillar lo que se dice para que se vea bonito o decir para que lo que se dice no se parezca a lo que realmente se quiere decir.

Llevamos varias semanas hablando de «impuestos», de la propuesta de «armonización» que plantean algunos. Hemos tenido que sustanciar un debate monográfico para abordar la calamitosa situación del empleo en Extremadura, para descubrir cuáles eran las verdaderas intenciones de Fernández Vara cuando se refería a «armonizar».

El PP presentó un paquete de bonificaciones y reducciones fiscales que pretendían poner fin a algo sobre lo que los ciudadanos ya están diciendo basta.

A pesar de ser la región con menor renta por habitante, tenemos la mayor presión fiscal de toda España. Y el PSOE votó en contra. En contra de reducir el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, el IRPF, todas las figuras que incidan en actividades económicas, impuestos para empresas que creen empleo a través de innovación o tecnología y en contra de estimular la economía de una región para situarla en el modelo andaluz en lugar de el madrileño.

El PSOE votó en contra de que los que más tienen tributen en Extremadura y no se vayan a Madrid. En contra de que las empresas se domicilien en Extremadura y no lo hagan en otras regiones. En contra del desarrollo industrial innovador y tecnológico. En contra, en definitiva, de la creación de empleo. Y lo dijeron sin decirlo. Pero el voto habla por sí solo.

Detrás de la «armonización» había toda una declaración de intenciones: igualar los impuestos al alza en todas las comunidades. Y a Extremadura le tocaría eliminar alguno de los avances que el presidente Monago llevó a cabo en las dos reformas fiscales de su legislatura. Eso era verdadera armonización fiscal, pero a la baja.

Volvemos a la comunidad del blanco y negro, de los impuestazos para sostener un modelo agotado de empleo público, de la baja inversión, del gasto sin retorno. Volvemos a reivindicar en términos comparativos sin admitir comparaciones. Cruzadas de quienes pierden la legitimidad cuando utilizan las palabras para esconder sus ideas.