Abogada

Nos ha sorprendido de forma dramática la muerte de una escritora, de una luchadora, de una penitente de la paz: Dulce Chacón. Una mujer que vigiló la militancia de la no violencia como si su propia vida fuera con ello, la mujer de las múltiples causas, la mujer de la tolerancia, la mujer de la memoria, la mujer de la voz comprometida. Una grave enfermedad vino a enturbiar su brillante trayectoria vital, no pudo resistirse a ese fatal contratiempo pero, como escritora, sus huellas son profundas, al igual que lo era su mirada. Desde pequeña su vida estuvo marcada por esa larga contienda de la intolerancia, que le sirvió para rebelarse y para darnos su mejor verso y su mejor prosa. Para muchos es, sin duda, un ser excepcional que se nos ha vuelto a escapar cuando más nos estaba dando. Quizás esa fe en la vida que tenía, nos devuelva la tristeza que compartimos los que la conocimos.

Matar al ángel , un poemario que podríamos utilizar aquí para describir lo que hoy sentimos nos devuelve de forma trágica la mirada hacia una mujer, que luchó y se comprometió con todo aquello que era injusto, que no dudó en reprobar todas aquellas causas que nos hacían más intolerantes; en una sociedad en la que los principios no dejan de constituir meros arquetipos publicitarios, en detrimento de la palabra y del compromiso a favor de la militancia del individuo. Nos dejó Dulce Chacón, momentáneamente, lo que dure la tristeza de su separación física, pero permanecerá siempre la voz nunca dormida de sus versos y de su escritura. La mujer extremeña que nos dulcificó siempre desde el compromiso más radical.