El asesinato en Francia de un guardia civil perpetrado ayer por la banda terrorista ETA merece la condena unánime de las fuerzas democráticas y la solidaridad con los allegados de la víctima mortal y con los del otro agente que resultó gravísimamente herido. La respuesta de los partidos políticos de nuestro país ha sido en esta ocasión la correcta, al suscribir un comunicado conjunto y convocar una manifestación unitaria.

Incluso el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, se apresuró a dar ayer, como corresponde, el respaldo al Gobierno. La reacción del presidente José Luis Rodríguez Zapatero también fue la adecuada, al convocar inmediatamente en el Congreso de los Diputados a todos los grupos políticos.

El episodio de la localidad francesa de Capbreton tiene, por otra parte, algunas singularidades que cabe comentar. En primer lugar, es demostrativo de que las fuerzas de seguridad españolas y francesas mantienen un acoso conjunto a la estructura de la banda armada ETA en el país vecino.

Los dos guardias civiles objeto del ataque de ayer desarrollaban en la actualidad una función de vigilancia de la que previsiblemente, según todo parece indicar, iban a surgir nuevas detenciones de etarras.

La mala suerte o algún error hizo que ambos miembros de las fuerzas de seguridad fueran descubiertos por los pistoleros de manera "fortuita", en palabras del ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Lo que se desprende de las informaciones oficiales es que en esta ocasión no existió un intento premeditado de la banda ETA de atentar, sino que fue una decisión improvisada en ese momento cuando los pistoleros identificaron a los dos agentes, que iban desarmados, de acuerdo con los protocolos establecidos entre España y Francia para este tipo de operaciones policiales.

Ese hecho no resta, sin embargo, trascendencias políticas al atentado de ayer, que se produce precisamente cuando faltan tres meses para las elecciones legislativas a las que nuevamente se enfrenta nuestro país. Sería deseable, por tanto, que el terrorismo quedara fuera de la lucha electoral, pero a nadie se le escapa el profundo impacto que tuvo la masacre del 11 de marzo del año 2004 en la derrota del Partido Popular tres días después en los comiciones.

También es evidente que el intento del Gobierno del Partido Socialista de dialogar con ETA ha sido un factor de grandes tensiones en la presente legislatura y es improbable que los sectores más ultras no traten de sacar rentas de esta desgracia. De momento, debemos felicitarnos todos tanto por las reacciones que se produjeron ayer como por la seguridad de que se está actuando contra la banda terrorista en el frente policial con notable eficacia y que funciona como nunca la colaboración con Francia en este terreno.