WEwl primer debate del estado de la nación entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy ha enterrado cualquier esperanza de que los actuales dirigentes del PP, unánimes en su estilo crispado, impriman a la formación un rumbo que lo centre. O, simplemente, que admitan como partido en la oposición alguna responsabilidad en la construcción del país y muestren tolerancia con las distintas sensibilidades políticas y territoriales. El espíritu de José María Aznar habló ayer por boca de Rajoy para decir no a todo.

NULA COLABORACION FRENTE A ETA. El presidente del Gobierno se presentó al Congreso de los Diputados con una demanda de respaldo de todos los grupos para buscar el fin de la violencia sin pagar un "precio político", pero utilizando la política. La respuesta de Rajoy fue descorazonadora. Su negativa a secundar las iniciativas del Gobierno fue una práctica ruptura del pacto antiterrorista. El uso de descalificaciones insultantes --como la acusación de que Rodríguez Zapatero pretende "traicionar a los muertos"-- refleja el trasnochado discurso del dirigente conservador y pone dificilísima cualquier colaboración leal.

DEMAGOGIA. Zapatero avanzó ayer las líneas generales de su propuesta de financiación autonómica: más recursos para la sanidad en el presupuesto del 2006 y negociación multilateral, en esa fecha, de un sistema general. No es la propuesta realizada por el tripartito catalán, pero podría ser compatible (el presidente del Gobierno destacó la solidaridad que practica Cataluña y la necesidad de que reciba más recursos). La respuesta de Rajoy fue acusar a Zapatero de avanzar hacia la "destrucción de España" para satisfacer a ERC y culpar a los partidos que representan a la mayoría de los catalanes de insultar al resto de los españoles y encerrarse en la "insolidaridad". Es decir, un nuevo intento de obtener réditos electorales exacerbando el anticatalanismo y las llamadas a que todo está en peligro.

EL CATASTROFISMO NO ES CREIBLE. La lucha antiterrorista y la financiación autonómica centraron gran parte del debate. Pero no fue más positiva la reacción del PP al resto del balance de la política gubernamental. Un catastrofismo que niega cualquier éxito al Gobierno, y hasta le culpa de los efectos de la sequía, pierde toda credibilidad.

Vista la actitud de Mariano Rajoy ayer, que culmina el radicalismo exhibido por el PP desde que perdió las elecciones, la recuperación del discurso de los "buenos españoles" y la anti-España no por previsible resulta menos inquietante.