Los jóvenes de hoy en día son los nuevos hippies , aunque aquella forma de vida de los años 60 del siglo pasado se repite ahora por motivos que no tienen nada que ver con la moda ni con la filosofía. Los jóvenes de hoy en día han aceptado, porque no les queda otro remedio, que el trabajo es un bien escaso y temporal. Se trabaja para acumular el derecho al seguro de desempleo y para pagar un vuelo de bajo coste y unos días de estancia en cualquier ciudad donde encontrarse un fin de semana con otros jóvenes que viven a remolque del sistema. Los multiestudios, como forma de encontrar un buen trabajo, han pasado de ser un medio a ser un fin en sí mismo. Poco a poco, se va aceptando esta situación y ya no se busca el trabajo estable; se prefiere la inestabilidad y las vacaciones entre contrato y contrato.

Ellos, los jóvenes --la mayoría de los cuales no tienen una ideología militante determinada-- prefieren el tiempo libre a un mayor sueldo; no se casan porque son demasiado jóvenes y seguirán siendo jóvenes por lo menos hasta los 40 años; viven con sus padres y duermen de día y salen de noche, como los personajes de las películas de vampiros. Han ido, a veces a su pesar, de la expulsión del sistema a la total integración en el mismo. Ahora ya se sienten cómodos en su nueva situación y, en el fondo, no la quieren cambiar (quizá no todos). La paradoja es que se han vuelto hippies no por voluntad propia, sino que son un colectivo más de los afectados por la sociedad del hiperconsumo y del piso caro. Igual ocurre con muchos prejubilados, amas de casa (amas-de-nada ) y con los trabajadores atrapados por los caprichos de su empresa. En fin, que pocos se salvan, en estos tiempos del disparate, de volverse hippies .

R. Alvarez Sastre **

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