WFw inalmente, Wikileaks, el polémico y transgresor portal que pone en evidencia a las administraciones más poderosas del mundo, ha acudido ante un juez en la persona de su fundador, Julian Assange. El magistrado, un togado británico, no le ha concedido la libertad condicional y lo mantendrá bajo custodia hasta el martes próximo, cuando volverá a tomarle declaración. Pero la comparecencia y arresto posterior de Assange no tienen nada que ver con las famosas filtraciones, sino con una orden europea solicitada por Suecia por los cuatro delitos sexuales que le atribuyen dos voluntarias de la propia Wikileaks. Según la denuncia, el activista australiano acosó a ambas mujeres, con las que, al parecer, mantuvo relaciones sexuales sin preservativo, como ellas le reclamaron, y empleó su propio cuerpo para coaccionar físicamente a una de ellas. Los hechos, siempre según la versión de las denunciantes, tuvieron lugar en Estocolmo en agosto, cuando Wikileaks ya había empezado a filtrar documentos secretos. Sin entrar a valorar, por razones obvias, los fundamentos de las acusaciones, su coincidencia con el gran escándalo internacional desatado por la publicación de la última y gigantesca filtración recomienda toda la prudencia. La propia personalidad de Assange y las variadas repercusiones de su actuación ya levantan suficientes suspicacias como para concluir que ningún otro presunto delito habría podido dañar más la reputación del enigmático personaje, razón para mantener una prudente cautela hasta que la justicia se pronuncie.