Que los ingleses son especiales o quieren ser diferentes a los demás es algo más que evidente. No hay más que observarlos en las carreteras: todo el mundo conduce por la derecha, ¿verdad? Bien, pues ellos tienen que conducir por la izquierda. Los fabricantes de coches los tienen que diseñar especialmente para ellos con el volante colocado en el sitio contrario a todos los demás.

Y si los demás medimos con metros y centímetros, ellos miden con yardas, pies y pulgadas. Y, ¿cómo van a llenar ellos el depósito del coche con litros de gasolina? De eso, ¡nada de nada! ¡Faltaría más! Ellos lo llenan con galones, que así lo llenan antes y más rápido.

Y si en la mayor parte de Europa son las doce, ellos tienen las once, porque así tienen más tiempo de rectificar, si han visto que nosotros hemos metido la pata en algo, antes de que acabe el día.

Les importa poco que en nuestro continente utilicemos el euro como moneda única. Ellos siguen con la libra, para pagar y pesar. Les importamos un bledo todos los demás. Ellos piensan que los que estamos equivocados somos nosotros y que es más fácil que nos adaptemos todos a ellos, en lugar de ellos a la mayoría. Y, a veces lo consiguen, porque nosotros tomamos ya más sándwiches que bocadillos y hacemos footing con sweater y leggins, en lugar de correr con sudadera y malla. Salimos a la calle con shorts, en lugar de con pantalones cortos y en nuestras cocinas, además de comernos los huevos con beicon (porque tomarlos con torrezno casi nos parece arcaico y nos suena incluso a grosero), buscamos y preguntamos más por un bol que por un tazón. Nuestros deportistas han dejado de tener entrenadores para tener coaches porque es mucho más cool un coach que un entrenador. ¡Dónde va a parar!

Y, como también son especialistas en césped, se han empeñado en que el tenis tiene que jugarse, como el golf, sobre hierba. Y dicen que, igual que se juega en pista dura y en tierra, por qué no se puede jugar en hierba. Y efectivamente, se salen con la suya, y en Wimbledon intentan jugar sobre hierba. Y digo lo intentan, porque no lo consiguen. Bueno, quizás sólo el primer partido del primer día de la primera ronda del torneo. Porque, apenas llega el tercer día de la primera semana del torneo, como es natural y lógico, al pisotear la hierba los tenistas y golpear la pelota constantemente en las mismas zonas de la pista, el color verde del maravilloso césped del primer día, comienza a tornarse en marrón y casi desaparece, y se queda el campo tan pelado como la dehesa de nuestra tierra en pleno mes de agosto.

Pero ellos son así, o asín, ¡que ya también se puede decir! Por eso no me extraña lo del Brexit. Cuanto más convencidos estamos los demás que unidos somos más fuertes, más eficaces, más humanos y más solidarios, ellos están más seguros de que lo mejor es separarse. Por eso siguen conduciendo por la izquierda, y jugando al tenis… ¿sobre hierba?